«Mito y realidad de la Casa Mínima: Una investigación sobre el imaginario porteño»
El artículo «Mito y realidad de la Casa Mínima: una investigación sobre el imaginario porteño», del arquitecto Pablo López Coda, ha sido publicado en el libro Los conventillos de Buenos Aires, la Casa Mínima, un estudio arqueológico, bajo el título de La Casa Mínima: una historia y una leyenda, páginas 67 a 102, Ediciones Turísticas, Buenos Aires, 2005. Los interesados en los planos y fotografías lo referimos a dicho libro. El autor es Arquitecto Restaurador, Investigador del IAA (FADU – UBA); profesor de taller de Conservación y Restauración de Obras de Arte (ROA) del IUNA.
El barrio de San Telmo tiene algunos lugares que nos permiten imaginar como fue Buenos Aires en el pasado. El pasaje San Lorenzo es uno de ellos, porque mantiene ciertas características que lo diferencian cada vez más del resto de la ciudad. Son apenas dos cuadras, desde Av. Paseo Colón hasta Defensa al 700, donde el tiempo parece no pasar ó al menos pasar mas lentamente. El pavimento empedrado colabora a la ambientación y regula la velocidad de los pocos autos que pasan, transformando esos doscientos metros en un oasis de silencio. Sus edificios, a pesar de tener distintas alturas y estilos, mantienen una armonía general de conjunto. Una curiosa construcción de dos plantas y poco más de tres metros de frente, conocida como la “casa mínima”, “casa angosta” o “casa del esclavo” se destaca del resto de los edificios. Está ubicada en el pasaje San Lorenzo 380, a metros de su intersección con la calle Defensa. La fachada tiene una puerta al medio y sobre ésta una ventana y un modesto balcón en el primer piso. La cornisa superior es su única ornamentación. Parece ser más angosta de lo que es, por el efecto que produce su ubicación respecto de las casas linderas, que tienen casi la misma altura a pesar de ser de una sola planta. Pero, la fama de la “casa mínima” nació a partir de una romántica leyenda. Se dice que fue construida por un esclavo liberto, en una pequeña porción de terreno cedido por su antiguo amo, en agradecimiento a sus servicios y para que tuviera su vivienda de hombre libre. Esta historia le agrega el encanto suficiente para convertirla en un referente histórico del barrio. Últimamente se ha convertido en un lugar obligado de visita para turistas nacionales y extranjeros, a tal punto que ya es un lugar de interés histórico que trasciende los límites de lo barrial, convirtiéndose en un referente para toda la ciudad.
Este trabajo se propone conocer cual fue la verdadera historia de esta finca, cuando y por qué se construye una vivienda tan pequeña; tratando de descubrir que hay de cierto en la historia del esclavo liberto. La metodología de trabajo consistió en buscar información sobre esta casa y sus antiguos propietarios en archivos y comparar esos datos con los provenientes del análisis constructivo de la casa.
La cantidad de notas periodísticas y fotografías existentes de esta casa, indican que siempre llamó la atención de los porteños. Tanto es así, que en los archivos nacionales, existen fotografías desde por lo menos 19091 y el mismo Jorge Luis Borges se fotografió junto a ella. El poeta Baldomero Fernández Moreno la describió de esta manera: “Una Fachada lisa, con una puerta de dos hojas en el medio pintadas de verde con una cerradura y falleba de hierro, y con el número en alto, como una flor en la solapa. Es de dos plantas. Exactamente encima hay un balconcito con barrotes verticales de hierro; detrás de la vidriera de dos hojas y las dos cortinillas iguales, pliegue a pliegue. A un lado del balcón un cacharro con geranios rojos, al otro lado otro cacharro con geranios rojos. En el intervalo cuatro macetas. Y luego, la cornisa: un repulgo de argamasa. La casa se prolonga hacia atrás, pero parece sólo con esa habitación, con esa celda.” 2
A partir de la década de 1980 su fama se fue acrecentando con la publicación de un breve párrafo en la revista “Buenos Aires nos cuenta”, que mezcla la ficción con la realidad: “En general estas casas de reducidas proporciones eran para los esclavos libertos a quienes sus antiguos dueños les asignaban, dentro de su propiedad, un pequeño y reducido espacio para que levantaran sus viviendas de hombres libres. Los espacios eran mínimos, las viviendas también. A la muerte de esos libertos la propiedad volvía a sus dueños originales, razón por la cual quedan muy pocos vestigios de estas casas.” 3 No existen pruebas suficientes para suponer que existieron viviendas pequeñas construidas específicamente por esclavos negros para su usufructo personal, ubicadas en el terreno de sus amos. A mediados del siglo XIX, los propietarios preferían subdividir sus grandes casonas en piezas de alquiler para el comercio o para la habitación, obteniendo así una renta mensual segura, ya que los alquileres en esa época eran altísimos4. El relato transcripto, que carece de referencias históricas concretas, fue repetido varias veces en diversos artículos de diarios y revistas, incluso por el último de sus ocupantes. Esa fábula, generada en una revista para guías de turismo, provocó un efecto sin precedentes en la arquitectura histórica de Buenos Aires, a tal punto que se llegó a pedir que la Comisión Nacional de Monumentos la incluyera dentro de la nómina de edificios históricos, para que se la preservara de una posible modificación y/o demolición. Pero, el argumento del esclavo liberto, no fue suficiente para convencer a las autoridades de la Comisión Nacional de Monumentos. Como corresponde en estos casos, no se dejaron seducir por una frase, sin una investigación histórica concreta que sirva para sustentarla. A fines de 1994, realizamos trabajos de investigación que derivaron en importantes descubrimientos arqueológicos, históricos y constructivos. Parte de los mismos se dieron a conocer en medios periodísticos,5 para divulgar los avances de esta investigación. Pero aún así, la leyenda del esclavo liberto, sigue siendo una verdad irrefutable para los vecinos del barrio y para el periodismo; y la famosa historia se enriquece, día a día, con descripciones tan nuevas como difíciles de comprobar: “Hasta no hace mucho, los vecinos mas viejos recordaban que allí vivían unos mulatos –quizá descendientes de los primitivos habitantes- que tejían redes para los pescadores que trabajaban en Paseo Colón, hasta donde llegaba el río.” 6 Esta información, pertenece a un artículo publicado en mayo de 1999, que comienza de esta manera: “Pocos saben que en San Telmo ha sobrevivido hasta hoy una casa bastante particular, la última de libertos con que contó Buenos Aires.” Como vemos, ya se afirma que está a punto de desaparecer el último ejemplo de un tipo de casa de Buenos Aires, que en realidad nunca existió. Se inventó un modelo de vivienda determinada para dar un marco constructivo simpático a algunos datos reales, como por ejemplo el buen trato general que se daba a los esclavos en Buenos Aires.7 El mito, tal vez tenga relación con una costumbre que realmente existió, que consistía en hacer enterrar a algunos sirvientes leales cerca de sus amos.8
Esta mezcla entre fantasía y realidad hace que la historia sea tan creíble como errónea. A continuación trataremos de aclarar algunos de estos puntos a través del análisis de la historia documental y constructiva de la “casa mínima”.
La historia documental: Todo comienza en Buenos Aires a fines del siglo XVIII, cuando los hermanos Andrés y Francisco de la Peña Fernández, “españoles europeos” como solía llamarse a los emigrantes de la península, forman una sociedad para comercializar cueros. Matías Sosa, uno de sus clientes en la vecina orilla oriental, contrajo deudas por la compra de 700 cueros y otras obligaciones en moneda corriente, con Francisco de la Peña y Hermanos, en 17929. También tenemos noticias de las actividades comerciales de la sociedad por otros “quatro cientos cueros que fueron a Cádiz en la fragata Minerva en el año de mil ochocientos diez.”10 El beneficio de dicho embarque correspondía a Doña Ventura Lezica de Peña, por entonces viuda de Francisco de la Peña, quien debió morir antes ó durante la revolución de mayo de 1810[11]. Este dato no es posible confirmarlo porque su testamentaria no pudo ser localizada en los archivos. Los cargamentos de cuero y otras mercancías de exportación, se almacenaban en edificios llamados “barracas” ubicados por lo general en las proximidades del río, para permitir un fácil acceso de las mercaderías a los barcos. Andrés de la Peña Fernández escribió en 1822 su testamento, y declaraba que era “vecino de esta ciudad (Buenos Aires), natural de la villa de Bousas obispado de Zuy en los Reynos de España, hijo lejítimo de Don Jose de la Peña y Doña María Josefa Fernández, ya finados: estando en pié y aunque algo achacoso de salud, en mi entero y sano juicio… declaro por únicos bienes míos, la Casa Barraca del bajo del Hospital (que en la actualidad está alquilada á Don Sebastián Lezica) … y …la mitad del valor de la Barraca del Riachuelo, por pertenecerle la otra mitad a Don Martín Gregorio Yañez.”12
El bajo del Hospital Real o de San Martín, también llamado de los hermanos Betlemitas (comprendido entre las actuales calles Defensa, México y Balcarce), es la zona existente al sur del Museo del Ejército. Se lo denominaba el bajo, porque efectivamente la topografía de la calle Defensa presentaba una depresión, que aún puede notarse, desde la Av. Belgrano hacia el sur, a pesar de las sucesivas nivelaciones realizadas en la ciudad a lo largo de los últimos ciento cincuenta años. Por la zona más baja, pasaba el cauce del arroyo tercero del sur, junto al Pasaje San Lorenzo, donde está la Casa Mínima. Este sector perteneció originalmente a Don Antón de Porras, según el repartimiento de tierras realizado por Juan de Garay a los primeros vecinos de Buenos Aires.13 Esta zona, hasta bien entrado el siglo XIX, se inundaba con facilidad y producía malos olores por la basura allí acumulada y trastornos al transporte de mercaderías que ingresaban desde el sur de la provincia hasta el mercado de la Plaza de Mayo, por la actual calle Defensa. A pesar de estos inconvenientes, la zona se encontraba bastante consolidada en la década de 1750, según consta en uno de los planos de la época,14 pero en la manzana de Defensa y San Lorenzo había solo dos casa aisladas, y no estaban en el terreno que estudiamos.
Andrés de la Peña declara como suya la casa del bajo del hospital, pero no adjunta el correspondiente título de propiedad ni da mayores datos que sirvan para poder constatar que se refiere a la casa que estamos estudiando. En su tiempo, todos debieron conocer precisamente la ubicación del terreno al que se refería Don Andrés, algo que para nosotros se torna más difícil en función del tiempo transcurrido desde entonces. En abril de 1823, apenas fallecido Don Andrés, sus hijos Luis y Juan Andrés, su cuñada Ventura Lezica y el primogénito de ésta, Juan Bautista Peña, deciden la “…venta de la barraca que dejó el finado (la del Riachuelo), a Don Jose Serna y al proceder en la actualidad a formalizar la competente escritura nos encontramos con que se han estraviado los títulos de propiedad del terreno en que el finado edificó la Barraca, y como de las prolijas inquisisciones que hemos hecho no hayamos podido averiguar, ni siquiera la Oficina donde fue otorgada la escritura…”15 Piden entonces al Sr. Juez de primera instancia, a fin de acreditar la propiedad del terreno, y para ello piden al caballero Síndico de Ciudad que les reciba la declaración escrita y rubricada de testigos para que informaran sobre las siguientes preguntas: 1º Si declaran haber conocido al finado Don Andrés. 2º Si les consta que dicho finado ha poseído el terreno por espacio de veinte y tantos años, quieta y pacíficamente y si han conocido otro dueño. 3º Si no es así que lo digan en ese momento. Además, peticionaban que después de aprobada la información presentada comisionaran al oficial de justicia, escribano y actuario para que “…pasando a la barraca mencionada procedan a mensurar el terreno con presencia de los documentos que tengan en sus respectivas posesiones los vecinos colindantes, asociándose también para esta diligencia de Don José Ma. Manso agrimensor de ciudad…” 16 Una vez en el lugar, todos los testigos responden a lo solicitado y uno de ellos, Santiago Gutiérrez, responde a la 2ª pregunta diciendo: “Que por espacio de diez y seis años (desde 1807) ha visto poseer quieta y pacíficamente a el finado Don Andrés de la Peña Fernández, y no ha conocido mas dueño que él y su compañero Don Martín Gregorio Yañez”.17 Esta afirmación es el único registro de todo el documento en donde queda claro y explícito que se trata de la barraca del Riachuelo, por ser ésta la declarada como propiedad compartida con Yañez. El 22 de mayo de 1823, después de realizada la mensura definitiva del terreno, junto a las declaraciones de los vecinos colindantes, se certificó la posesión del terreno y barraca del Riachuelo a Don Andrés de la Peña Fernández y sus albaceas concretaron finalmente la venta, utilizando ese documento como título de propiedad.
Esta era la manera legal de certificar la posesión pacífica y las mejoras realizadas en un terreno ocupado en los últimos años del virreinato. Después de la Independencia, especialmente entre 1820 y 1830, se confiscaron terrenos y bienes pertenecientes a españoles que vivían en el país. Tal vez, Andrés de la Peña, no realizó los trámites para legalizar su propiedad para eludir una posible expropiación. Debió suceder lo mismo con la casa barraca del bajo del hospital que fue, hasta bien entrado el siglo diecinueve, una zona anegada por las crecientes del arroyo tercero del sur. Los expedientes de esta testamentaria no especifican su ubicación exacta y no aportan ninguna otra información sobre el tema. Pero, en su testamento, hay un dato que sirve para aclarar definitivamente el mito de la casa del esclavo liberto, porque dice “… es mi voluntad dejar como dejo libre de toda servidumbre para después de mis días a la morena Josefa mi esclava, en remuneración de lo bien y fielmente que me tiene servido, cuya carta de resguardo, le otorgarán y entregarán mis albaceas…”18 El texto es contundente, no cede parte del terreno a su esclava ni menciona siquiera, alquilarle una habitación.19 Por otra parte, ceder un espacio privado para usufructo particular del esclavo podía llegar a plantear futuros reclamos de posesión de la propiedad por el liberto o sus herederos. Además declara “…que debo a mi cuñada Doña Ventura Lezica seis mil trescientos treinta y dos pesos, procedentes de dote y herencia paterna que lo depositó en mi poder siendo la expresada cantidad el líquido descontando la plata que le he entregado para la manutención de la familia, desde la muerte de su marido…”20 Esta mención nos confirma que Francisco de la Peña, ya se encontraba muerto antes de 1822, y su hermano Andrés se había quedado a cargo del manejo del dinero de la viuda. Por ser Don Andrés soltero, sin heredero alguno, ni descendiente ni ascendente, los albaceas serían sus sobrinos Luis y Juan Andrés de la Peña, la señora Doña Ventura Lezica y su hijo Juan Bautista de la Peña, un personaje clave de aquí en adelante en lo referente a los asuntos comerciales de la familia Peña.
Como no pudieron hallarse las testamentarias de Francisco de la Peña Fernández, ni de los sobrinos Luis y Juan Andrés, los transcriptos son los únicos documentos de la propiedad del bajo del hospital, correspondiente a Defensa y San Lorenzo, antes de 1822. Es posible que ese terreno estuviese en condiciones precarias hasta fines del siglo dieciocho, cuando Don Andrés de la Peña lo mejoró edificando la casa barraca del hospital. La ocupación por muchos años le permitió, aunque sin tener el correspondiente título de propiedad, alquilar la finca a Sebastián Lezica, quien tal vez la siguió utilizando hasta su muerte. Lo cierto es que fallecida Ventura Lezica, casi cuarenta años después, se plantearía otra vez la necesidad de legalizar una propiedad, como sucedió antes con la barraca del Riachuelo.21 Su testamento, redactado el 21 de febrero de 1848, en el ítem 2º declara que sus bienes “…consisten en dos fincas, la una es en la que vivo, calle de Chacabuco… la otra en la calle de la Reconquista número ciento ochenta… mas lo que me corresponda en los bienes de mi finado hermano Don Sebastián Lezica …”.22 Durante muchos años Ventura Lezica fue la encargada de percibir el dinero proveniente de los alquileres de Defensa y San Lorenzo, pero es curioso que en su testamento no mencione ser dueña de esa finca. La señora Ventura Lezica cayó en cama víctima de una enfermedad en octubre de 1857, 23 que la obligó a quedar en cama hasta su muerte, sucedida el 5 de abril de 1861. Su testamento, fue abierto trece años después de ser escrito, sin agregados ni modificaciones y, como hemos visto, sin declarar entre sus bienes la propiedad de Defensa y San Lorenzo.
Los vínculos de parentesco entre las familias estaban consolidados por fuertes relaciones comerciales. Este hecho comienza a hacerse evidente y a verificarse en los documentos a partir de este momento. Juan Bautista Peña, es nombrado albacea en primer lugar en el testamento de su madre y, como hijo primogénito, se hizo cargo de los arreglos funerarios de rigor que incluían el tradicional chocolate y bizcochos servidos a los asistentes.24 Apenas pasado un mes del fallecimiento, comienza a ocuparse de la sucesión de su madre, para dividirla equitativamente con sus otros seis hermanos y mediante un escrito presentado al juez de primera instancia, le manifiesta: “…deseo cuanto antes proceder al arreglo de esta testamentaria. Al efecto pido la autorización necesaria para proceder a los inventarios y tasaciones proponiendo al maestro mayor en el ramo de albañilería Dn. José María Vaca para que a vista de ojos practique las tasaciones de las dos fincas, una sita en la calle de Chacabuco y la otra en la calle de la Defensa de las que habla la cláusula 2ª del testamento. Pido se haga a vista de ojos para evitar las demoras y gastos que origina la tasación detallada, y que en último resultado produce los mismos efectos.”25 Aquí se menciona por primera vez el terreno de la calle Defensa, pero en reemplazo de la propiedad de la calle Reconquista 180, que era en verdad la que fue declarada en la cláusula 2ª del testamento. Esta finca, seguramente fue vendida antes de iniciar estos trámites ya que no existe ningún registro posterior. El deseo de arreglar la testamentaria era, en realidad, poder incorporar legalmente a la herencia las casas de Defensa y San Lorenzo, de las que la familia Peña no tenía el correspondiente título de propiedad. La intención de tasar “a ojos vista” evitaría conocer en detalle las características detalladas de cada una de las propiedades, colocándole un precio ajustado a la realidad.
La tasación se realizó al día siguiente de firmado el documento anterior y es la única descripción constructiva de la casa existente en los archivos. Lamentablemente, se la hizo de manera muy escueta, privándonos de conocer en detalle los materiales utilizados, la calidad de los ambientes, etc. El tasador designado por el albacea, era un constructor de reconocida trayectoria en el rubro de albañilería, que había trabajado anteriormente para la familia. Su tasación es la única referencia constructiva de la finca, por eso la transcribimos textualmente:
“Tazación practicada por el maestro mayor que prima á vista de ojos en todos sus “ramos” de una casa perteneciente a la testamentaria de Dª Ventura Lezica de Peña cita en la Calle Defensa haciendo ángulo de esquina á la de Sn. Lorenzo señalada por la Calle Defensa con los números 230, 232, 234, 236 y 238 y por la Calle de Sn. Lorenzo con los nus. 36, 38, 40 y 42 practicada dicha operación á pedimento de su Albacea; cuyo por menor es como sigue:
Terreno
El de dicha finca se compone de 33 ¼ V de frente al oeste con 33¼ de fondo. Con buena vereda de piedra genovesa á las dos calles.
Y se halla edificado en el, un almacén esquina á las dos calles; un cuarto y un zaguán y otro cuarto de tejas unas, otro interior también de teja; uno de azotea al fondo; cocina pozo de balde y letrina.
Y a la calle de Sn. Lorenzo dos piezas á la calle con dos zaguanes, un dormitorio y cocina, una piecita de altos sobre el edificio de la calle.
Otras dos piezas interiores todo cercado de pared, un dormitorio para el almacén y cocina.
Todo con buenas maderas, parte con palmas y otras con tirantes, todo de buena calidad, regulares puertas Cº Cº.
Y el que prima según su ciencia y conciencia, taza dicha finca en todos sus ramos; con inclusión de su terreno, en la cantidad de doscientos cincuenta mil pesos M/Cte,
Importa la presente tasación la cantidad de doscientos cincuenta mil pesos M/Cte,
Buenos Ayres mayo 8 de 1861. José María Baca 26
La tasación describe el edificio sobre la calle San Lorenzo Nº36, que incluye lo que hoy conocemos como casa mínima. Según este documento, el terreno, era un cuadrado que medía 33 varas ¼ de lado y se especifican algunos de los materiales utilizados, que serán analizados más adelante. Un año antes de hacer esta tasación, el maestro Baca había realizado otra para Josefa Peña, ocupándose del rubro de albañilería27. El detalle minucioso de materiales y costos realizado en esa oportunidad, contrasta con la tasación “a ojos vista” de las casas de Chacabuco Nº20 y la de Defensa y San Lorenzo. Esta ocupa tan solo dos carillas escritas en letra grande mientras que la otra, tiene trece carillas en letra pequeña. La urgencia del albacea, nos privó de tener una descripción detallada de la casa, que nos permita hacer un estudio de las transformaciones realizadas desde entonces.
A un mes de la tasación, el albacea espera que el juez de primera instancia dé por aprobados los inventarios y las tasaciones realizadas en las dos fincas, de las cuales no especifica la dirección, para no contradecir el testamento de su madre, y continua pidiendo que “Aprobados que sean los inventarios y tasaciones sería necesario proceder a la división de los bienes, pero ésta no produciría resultados positivos ni nos salvaría de la mancomunidad, si no se procede desde ahora a la enajenación de las dos fincas en lo que según entiendo están conformes todos los interesados. Para abreviar pues trámites pido a usted se sirva decretar la venta de ambas propiedades en remate público fijando los días…”28 En este momento, la estrategia del albacea estaba en el punto de mayor riesgo, pues aún no habían sido aprobadas las tasaciones y todavía podía comprobarse que la finca de la calle Defensa se tasó en lugar de la de Reconquista Nº180, pidiendo además, que sean rematadas. El juez de primera instancia Alejo B. González recibe el expediente y ratifica “…la manifestación de bienes así como al maestro mayor en las operaciones que ha practicado…“29 aceptando, de esta forma sencilla, la propuesta de Don Juan Bautista Peña. El mencionado juez sería mas tarde sobrino político del albacea al casarse con su sobrina Celina Peña y Castro, hija menor del primer matrimonio de su hermano José María Peña.30
A principios de octubre de 1861 se autoriza a que “…sean vendidas en remate público las fincas testamentarias, señalándose al efecto los días que deba tener lugar y anunciándose por los diarios y parajes de costumbre.” 31 En el expediente se adjunta un recorte del periódico “La Tribuna” con la disposición del juez González, con fecha 10 de diciembre de 1861, de hacer almonedas y remate bajo las galerías de la Casa de Justicia, en las tardes de los días 8, 9 y 10 de enero de 1862. Este remate incluía las dos casas, la de Defensa esquina San Lorenzo y la de Chacabuco Nº20. Durante los días 8 y 9 de enero el acto terminó después de puesto el sol, sin que se hubiera presentado licitador alguno32. Al día siguiente, por medio del pregonero, se hizo comunicar en alta e inteligible voz el precio de las dos casas. Don José María González Garaño ofreció $167.000 por la propiedad de la calle Defensa. La puja continuó con ofertas sobre la propiedad de la calle Chacabuco y, don Adam Hunt ofertó el precio más alto que fue de $290.000. Luego don Juan A. Rodríguez mejoró la oferta de la de la calle Defensa en $214.500 y “… dichas ofertas pregonadas que fueron volvió a mejorarlas Don José María González Garaño ofreciendo por la primera casa de la calle de la Defensa la cantidad de doscientos veinte y seis mil quinientos pesos, y por la segunda, la de doscientos noventa y un mil pesos moneda corriente, y declarando que el remate se hacía para Don José María Peña.”33 Dentro de los trámites administrativos realizados por la compra en remate de las dos propiedades, se pudo verificar que no tenían hipotecas desde 1829 ni embargos desde 1860.34 Es decir, que ambas propiedades fueron ocupadas de manera estable por lo menos desde la época de Rosas. Este dato se ratificó en el análisis constructivo de la casa y la excavación arqueológica realizada.35
El 26 de marzo de 1862 “…el Sr. Juez otorgó… escritura de venta a favor de José María Peña de la casa formando esquina a la calle Defensa y San Lorenzo, libre de gravamen… “36 y lo mismo hizo con la otra propiedad, por el precio estipulado en el remate. De esta manera, José María Peña pudo recuperar los dos bienes de la familia pagando la suma total de $517.500, es decir $2.500 menos del precio de la tasación que realizó el maestro Baca por indicación de su hermano. Una vez obtenidas las escrituras, el albacea presentó al juez un interesante escrito que, al exponer asuntos referidos a la forma de realizar el reparto de los bienes, describe y deja constancia de como se suma la propiedad de la calle Defensa a los bienes de su madre: “En las informaciones que se levantaron para acreditar la propiedad de ambas fincas, tiene V.S. justificados los hechos que mencionamos, y además, entre los papeles, hemos encontrado una liquidación extrajudicial, de la sociedad que tenía Dn. Francisco Peña con sus hermanos en la que se adjudica a aquel la mencionada finca Calle de la Defensa. A la muerte del expresado Dn. Francisco Peña, sus hijos no hicieron división de la casa Calle de la Defensa, y la dejaron para que su Sra. Madre atendiese á sus necesidades con los alquileres que producía: esta es la razón por que la mencionada finca aparece entre los bienes de la Sra. …” 37 La verdad es que no se incluyó ningún documento extrajudicial que adjudique a Francisco Peña la propiedad, a menos que el albacea se esté refiriendo a alguno de los recibos de compra y venta de cueros descriptos al comienzo de este trabajo, que nada tiene que ver con un título de propiedad. Así, se intentó legalizar la venta, y posterior compra en remate, de un bien del que no se tenía título de propiedad. Por este motivo, el albacea presentó este informe recién al finalizar la operación de compra de la finca. Un nuevo escrito, presentado en febrero de 1862, tuvo el objeto de legitimar “…los mas de cuarenta años ejerciendo actos de dominio y señorío…“38 que su madre ejerció en la finca de la calle Defensa y San Lorenzo, ya que “…la señora Doña Ventura… ha disfrutado exclusivamente de sus alquileres íntegros en los muchos años de su larga viudad…39 Los recibos de alquiler podían ser, en todo caso, los únicos documentos existentes que relacionaran a la familia con esta propiedad.
Es interesante, la diferencia de modalidad empleada en la venta de la finca del riachuelo y la de la calle Defensa. En la primera, se realizó el procedimiento ordinario para obtener la escritura de una propiedad ocupada pacíficamente. En la que nos ocupa, la habilidad de Juan Bautista Peña, sirvió para que la familia pudiera recuperar obteniendo un legítimo título de propiedad de una finca que no había sido declarada en el testamento de su madre, después de haber percibido por más de cuarenta años el usufructo de los alquileres que la mencionada finca le produjo. El sagaz albacea fue además un brillante empresario y una persona muy vinculada a la sociedad porteña. Santiago Calzadilla lo describe así: “Eran muy buenas y por ende muy frecuentadas las tertulias que nos daba el señor don Juan Bautista Peña, el hombre de rostro más adusto en la calle, y el más agradable, ameno y comunicativo en su casa…” 40 Ese hombre, llegaría años mas tarde a ocupar importantes cargos públicos en la ciudad. En 1891, la propiedad quedó en poder de Enrique Peña, hijo de José María. Al morir Enrique Peña, le sucedieron en partes iguales sus hijos Enrique José Alberto y Elisa Celestina Peña. Esta última, por fallecimiento de su hermano, quedó como única heredera de la finca y fue la última propietaria de apellido Peña. En 1925, la habían heredado Enrique Carlos María y Carlos Augusto Picardo. Finalmente, en 1988 fue vendida a su actual dueño, que gentilmente nos permitió acceder a su terreno para realizar este trabajo.
Ya hemos visto como los hermanos de la Peña ocuparon el terreno de Defensa y San Lorenzo a comienzos del siglo XIX. La familia Peña siempre mantuvo en alquiler esta propiedad y nunca la utilizó como residencia particular. La primitiva barraca fue alquilada antes de 1822, a don Sebastián Lezica. Durante los cuarenta años sucesivos, doña Ventura Lezica vivió, según consta en recibos de pago,41 de los alquileres que esta finca producía. En el año 1861 fue alquilada a tres señores: Miguel Bosch, Antonio Salvó y Jacques Jassan,42 y también hay documentos de cobro de alquileres entre 1885 y 1890 a favor de Enrique Peña.
Pero más allá de la “piecita en altos sobre el edificio de la calle” no hay otra descripción sobre la casa mínima, y resulta difícil comprender cómo, cuando y por qué surgió la necesidad de crear una construcción tan angosta. La respuesta está contenida en la misma tasación que describe por primera vez la casa que, por haberse hecho con apuro, no tiene las medidas reales del terreno.
Al pasar la propiedad a manos de Enrique Peña, en 1891, se repite la información registrada en la tasación de 1861 respecto de las dimensiones del terreno. Es decir, que las fachadas forman un cuadrado pero, la realidad física indica que el terreno es un rectángulo, por ser la fachada San Lorenzo más larga que la de Defensa.43 En abril de 1895, se aprobaron los planos de la nueva instalación sanitaria. En aquellos años se decidió cambiar la blanca fachada colonial por un almohadillado de revoque símil piedra, más acorde con la moda de la época. Seguramente al momento de comenzar los trabajos de mensura para los planos de obra, surgió la duda. La escritura decía que ambas fachadas eran iguales, pero las medidas tomadas en el lugar indicaban que la propiedad tenía una vara de más sobre la calle San Lorenzo. ¿Cómo se podía justificar esa diferencia de medidas? La solución fue bastante simple. Los constructores demolieron todas las fachadas coloniales de la finca menos un sector de 2, 67m sobre el frente de la calle San Lorenzo, junto a la medianera este. Esta medida no fue arbitraria, pues se obtiene calculando 33 varas 1/3 tomando 0,75m como unidad de medida por cada vara.44 El proyecto integraba interiormente lo que conocemos como casa mínima, pero manteniendo un tramo de escasos tres metros de la fachada colonial. Ese sector, parecía exteriormente una casita con acceso independiente y una habitación pero, detrás de esa fachada angosta, la vivienda avanzaba detrás del nuevo frente y superaba el doble de la superficie que aparentaba. Pero no deja de llamar la atención que la habitación en altos se haya mantenido sin ninguna transformación. Como la propiedad fue pasando de mano en mano a través de distintas sucesiones y nunca fue vendida, no se necesitó aclarar los problemas de mensura45.
Entre 1900 y 1930, la extraña vivienda de la calle San Lorenzo debió quedar por algún tiempo deshabitada hasta que algún intruso tuvo la feliz idea de cerrar la pared oeste del patio, formando así una vivienda independiente como la que se quiso aparentar. Una fotografía, tomada en 1930, muestra a dos hombres, probablemente ocupantes, parados frente a la puerta de la casa, ocultando su identidad frente al indiscreto fotógrafo. Los Picardo, descendientes de los Peña, debieron desconocer los antecedentes de esta propiedad y, por temor o desconocimiento, toleraron la ocupación de esta parte del terreno que Don Juan Bautista Peña había hecho tasar sin rigor. Después de varias décadas de ocupaciones transitorias, en 1988 la casa mínima fue vendida junto con el resto de la esquina a su actual propietario, quien finalmente tramitó la unificación de los lotes (denominados en la excavación arqueológica casa 1, casa 2 y casa 3) de la esquina de Defensa y San Lorenzo, conforme a la realidad física del terreno. De esta manera, la casa mínima quedó incluida nuevamente dentro de la histórica finca del bajo del hospital, a la que en realidad siempre perteneció.
La historia constructiva: La restauración arquitectónica y la arqueología histórica son disciplinas científicas que actúan directamente sobre el patrimonio de la ciudad. Todos los edificios se construyen con materiales que son propios de cada época y en todo espacio habitado se utilizan determinados objetos que inevitablemente se deterioran, se rompen y descartan junto con el resto de la basura doméstica. De la misma manera, materiales provenientes de una demolición se suelen emplear en las nuevas construcciones o reformas. Analizando cuidadosamente los materiales y las técnicas constructivas de los edificios más antiguos y excavando arqueológicamente los terrenos que estos ocupan, podemos recuperar la información que contiene la ciudad que habitamos. El resultado que obtenemos asociando esa información, con la obtenida en archivos nos permite escribir la historia de la ciudad desde una perspectiva más amplia y humana, que si nos limitáramos a analizar solamente documentos históricos ó planos de edificios.
En el catastro de la ciudad realizado por Pedro Beare a mediados del siglo XIX, se delimitan con bastante precisión y detalle las manzanas de la ciudad. Este terreno, identificado con el número II, figura a nombre de José María Peña y con Doña Madelana Butter como vecina, lindera al este sobre la calle San Lorenzo. Según la información del catastro, sus medidas eran: 33 varas 1/3 de frente y 34 varas 1/3 de fondo. Existían solo cuatro habitaciones en planta baja de material (ladrillo y cal) y otras doce de madera. Había seis ventanas con rejas de hierro y la vereda era de piedra como lo indicaba la tasación de 1861. Además, era la única finca de la manzana que tenía alumbrado con faroles a gas, mientras que las restantes continuaban con el sistema de alumbrado con aceite.46
Respecto al conjunto construido, se puede observar que las habitaciones de material conforman el perfil de ambas calles y las de madera están en el interior. Esta información contradice al tasador Baca pero, confiamos en el tasador que seguramente debió tener acceso a las habitaciones interiores. Un dato importante es que el acceso, de lo que hoy es la casa mínima, está identificado como zaguán sin la habitación en altos. Además muestra claramente que la esquina tiene acceso por las dos calles, no tiene ochava y coincide plenamente con la descripción de 1861.
El proyecto de 1895 de la nueva instalación sanitaria, dejaba fuera de servicio a los antiguos aljibes, pozos de basura y cisternas aunque el plano indica su ubicación. Las habitaciones de alquiler se habían modernizado, pero aprovechando parte de las construcciones existentes. Por ejemplo, permanecía el “almacén esquina” sin ochava y doble acceso, a la vez que no se demolieron algunos de los gruesos muros coloniales. En otros sectores se realizaron profundas transformaciones, como en Defensa 774 al 778. Allí se construyó en dos lotes la clásica tipología de conventillo de habitaciones alineadas que comparten un patio y servicios comunes. El patio, en este caso, era un pasillo angosto, pues una pared medianera lo dividía por el medio. El lote con frente sobre San Lorenzo se dividió en tres casas de alquiler con accesos independientes. Es decir que a principios de 1900, estaban en alquiler cinco unidades, pertenecientes a la misma propiedad, tres sobre San Lorenzo y dos sobre Defensa. Estos fueron los únicos planos detectados y, por su antigüedad, no coinciden con la realidad constructiva del terreno al momento de comenzar los trabajos de campo.47 Por eso, fue necesario realizar un relevamiento de todo el terreno, con la finalidad de hacer un plano de los restos constructivos existentes.
El terreno, según la nomenclatura parcelaria48, comprende sobre la calle Defensa los números760, 768, 774, 776 y 778; y sobre el pasaje San Lorenzo los números 380 (correspondiente a la casa mínima), 392,394 y 400.
El estudio de las transformaciones realizadas en todo el terreno, fuera de la casa mínima, merece un estudio mas profundo y excede los límites de este trabajo. De todas maneras, apuntaremos las observaciones constructivas más importantes relacionadas con la investigación histórica realizada. Dividiremos los distintos lotes que conforman el terreno en: Casa 1, que comprende la esquina y el bloque constructivo existente sobre la calle San Lorenzo; casa 2 el lote sobre Defensa unida a los fondos de la casa 1; Casa 3, el lote contiguo sobre Defensa hacia Independencia. La casa mínima será analizada por separado.
En el plano realizado en 1994, tomando las medidas en el lugar, se puede observar que en las habitaciones de la casa 1, fueron aprovechados algunos de los muros maestros de la primitiva construcción, que se diferencian por tener espesores de sesenta ó setenta centímetros y derrames en los vanos. Las paredes internas eran de un ladrillo ó de ladrillo y medio de ancho, todas con junta de tierra romana, y algunas fueron construidas sin cimientos. Todos los revoques detectados eran a la cal, con distinto tipo de inertes agregados. En el terreno ya se habían demolido las cubiertas y parte de los muros internos, dejando solo las fachadas con su altura completa. Fue necesario retirar gran cantidad de escombros y basura acumulada, hasta llegar al nivel del piso de las edificaciones. Entre los materiales de demolición había tirantes de madera dura y troncos de palma que sirvieron a la estructura de los techos originales, como los descriptos en la tasación de 186249. Uno de los pasillos internos tenía un cielorraso suspendido del que se retiraron algunos clavos de hierro de manufactura semi-industrial. Una habitación conectada por este pasillo, tenía sus paredes decoradas con un estarcido “tipo empapelado”, con decoración floral en color azul sobre fondo verde claro.50 Junto al muro de la fachada San Lorenzo, a diez metros la casa mínima, se encontró durante la excavación arqueológica una moneda de cobre de dos centavos con fecha de 1852, junto a un contexto de baldosas francesas de Le Havre51. Es probable que las habitaciones del frente tuvieran ese tipo de piso de baldosas, colocadas (c.1850) en remplazo de los enladrillados que fue el tipo de solado detectado en gran parte de la casa 1, especialmente en la ochava. Pero, los pisos de revestimiento existentes eran mosaicos modernos o entablonados de madera de pinotea, con cámara de aire, colocados c.1895 en reemplazo de los mencionados pisos de baldosa. En el sector donde funcionó el baño de la casa mínima, quedaron colocadas algunas baldosas francesas de Marsella,52 correspondientes al piso de la cocina de 1895. Los cimientos del muro de la fachada San Lorenzo, junto a la casa mínima, están realizados con siete hiladas de ladrillos, hasta llegar a una profundidad de –0.40m del nivel de piso de la vereda. Seguramente la casa mínima tiene el mismo esquema de cimientos. En la casa 1 se detectaron construcciones de provisión y almacenamiento subterráneo de agua (aljibes, cisternas, pozos ciegos, etc.) pertenecientes a las distintas intervenciones realizadas en el siglo XIX.
La casa 2, fue profundamente transformada en las últimas décadas y quedan muy pocos detalles constructivos de interés. Tal vez, el más interesante sea un conducto de desagüe pluvial de cinc, existente en la medianera que la separa de la casa 3, que fue cubierto con fragmentos de tejas coloniales que pertenecían a las cubiertas de la primitiva construcción de madera. Sobre esta medianera, se descubrieron dos aljibes que fueron compartidos por ambas casas debieron tener un brocal semicircular a cada lado de la medianera. Había también un brocal de aljibe que no tenía pozo ni cisterna. Estaba simplemente colocado sobre el piso como decoración. La casa 3 mantenía la disposición en planta de habitaciones alineadas sobre la medianera sur. Estas habitaciones medían 4m x 3,30m y ventilaban a un pasillo común. La cubierta de las habitaciones era a un agua, con pendiente hacia el patio, y en lugar de tejas estaba revestido exteriormente con baldosas francesas53, cubiertas con membrana asfáltica. Los pisos eran enladrillados, cubiertos con distinto tipo de revestimientos. Las paredes interiores tenían aplicados estarcidos simples, con guardas de diseño floral. Sus motivos fueron relevados gráfica, cromática y fotográficamente.
La casa mínima, a pesar de su antigüedad, se encuentra en buen estado de conservación. Esto no es producto de ningún proyecto de preservación, se debe a que casi siempre estuvo habitada, y sus ocupantes realizaron el mantenimiento básico (eliminar goteras, reparar carpinterías, etc.) en busca de confort, respetando lo original.54 La fachada, se mantiene casi igual a como se la puede observar en las fotografías de 1909 y 1930: las medidas son 3.27 m de ancho (incluyendo 0.30m de medianera a cada lado) y 10m de alto, con revoque liso blanqueado y una sola moldura a modo de cornisa superior. Es probable que la casa tuviera guardapolvos sobre los vanos y otro tipo de perfil en la cornisa. Las puertas de acceso no son las que la casa tuvo en origen. El ancho del vano debió ser mayor que el actual, con una puerta de una sola hoja de bastidor superior curvo. Pudo tener, al igual que las puertas de esa época, una moldura guardapolvo sobre el vano. En la fachada existen dos tipos distintos de ladrillos, que indican que fue reformada en el último tercio del siglo XIX. Un desprendimiento de revoque existente bajo el balcón, permite diferenciar claramente los ladrillos originales de los colocados para realizar un nuevo dintel en la puerta, de ladrillos más largos y de menor espesor. Este dintel debió ser colocado cuando fueron cambiadas las puertas de acceso, probablemente en 1885. Como se puede ver en la fotografía tomada en 1909, ya estaban colocadas las nuevas puertas, que corresponden a tipologías de 1880/1910. El interior de la planta baja se encuentra transformado, especialmente desde el patio hacia el fondo. El muro este mide 0,82m de espesor, con un rebaje de 0.14m en el vestíbulo, para permitir que las puertas de acceso abran al interior con comodidad. Para pasar del vestíbulo al zaguán hay un desnivel de tres escalones. El zaguán, mide tan solo 1,20m de ancho y tiene 4,88 m de largo, y remata en un arco de mampostería que conduce al patio. En este arco debió existir a fines del siglo XIX una reja cancela de hierro.55 Sin embargo, el espacio del vestíbulo y del zaguán se mantiene. El fondo del patio fue modificado en 1895 para adaptar allí una cocina. La cubierta de este sector estaba demolida, pero mantenía aún tres tirantes de madera dura y el piso enladrillado. El baño, no está dentro de los límites de la casa actual, fue realizado por los ocupantes en el terreno lindero al oeste, mediante un orificio practicado en la medianera. El solado del vestíbulo, como el del zaguán es de mosaicos calcáreos, decorados con un motivo geométrico central, y una guarda de borde. Los del patio, del mismo material, son de un solo color y forman un damero rojo y amarillo. Ambos solados debieron colocarse en la misma reforma en la que se colocaron las puertas del acceso.
En el plano de 189556 se observa la escalera que conduce a la habitación, que era de un solo tramo y estaba apoyada en la medianera este, aprovechando el espacio que deja un martillo del terreno. Esa escalera fue cambiada hace algunos años por otra metálica, tipo caracol, para obtener mayor superficie libre en el patio. El balcón interior, tiene un solado de 0,70m x 2,00m de baldosas cerámicas rojas de Le Havre.57 Una primera inspección a este solado, realizada en 1992 desde el terreno lindero58, me permitió confirmar que esta construcción es tan antigua como parece, descartando así la posibilidad de que se trate de un ejemplo de arquitectura neocolonial. Tiene una austera baranda de barrotes redondos de hierro. El vano de la puerta de acceso a la habitación mide 0.82 m x 2.10 m. El dintel está realizado con tres vigas de madera dura, con un rebaje curvo en la cara inferior que sigue la línea curva del bastidor superior de la puerta. Esa carpintería mantiene la tradición colonial en su manufactura: bastidor superior curvo, tableros salientes y robustos goznes forjados. Su cerradura original fue retirada al igual que los pasadores forjados (superior e inferior). De la parte baja de la puerta solo queda el bastidor lateral izquierdo, el resto debió romperlo alguien tratando de entrar por la fuerza. Pero lo más interesante de esta puerta es que su pintura original, parcialmente oculta bajo dos tonos de verde, es de color rojo punzó. El descubrimiento de este tipo de pintura59 aplicada directamente sobre el sustrato de madera, indicaría que la habitación en altos fue edificada antes o durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas (1829-1852) es decir, al menos veinte años antes de la tasación del maestro Baca.
El interior de la habitación mide 2.06 m de ancho x 5.20 m de largo. Los muros tienen 0.70 m de ancho, con el típico derrame interior que permitía abrir correctamente las carpinterías hacia el interior, iluminando mejor el ambiente por la refracción de la luz que allí se producía. Conserva sus revoques originales hechos con barro batido y bosta, blanqueados a la cal. Este tipo de revoque60 es característico de las construcciones coloniales y se usó hasta 1860/ 70, cuando fue prohibido, al igual que los muros de adobe, por razones de higiene. Por eso, esta puede ser la única habitación de Buenos Aires que todavía conserve esta clase de revoques.61 Los muros están construidos íntegramente con materiales porosos (ladrillo con mortero de barro, revoque de bosta y blanqueo a la cal) por lo tanto son muy permeables, permitiendo de esta manera que la humedad no se acumule en los muros provocando deterioros. A eso se debe que estos antiguos revoques no se hayan desprendido de los muros. El solado interior es de tablas de madera, de cinco pulgadas de ancho, unidas con machimbre. El revestimiento original debió ser de baldosas francesas de Le Havre, iguales a las del balcón interior, pero debió ser reemplazado c.1870 por el actual revestimiento de madera, apoyado sobre listones directamente sobre el piso, es decir, sin su característica cámara de aire. La estructura del techo está realizada con tirantes de madera dura colocados en dirección este – oeste. Un entramado de seis alfajías de madera de quebracho ó lapacho, colocadas cada 0.50m sostiene la losa, realizada con cuatro hiladas cruzadas de ladrillos de la segunda mitad del siglo diecinueve. Toda la estructura de madera y ladrillos esta pintada de blanco a la cal. Esta era la técnica utilizada en la primera mitad del siglo XlX porque “…En las paredes solo se empleaba el blanqueo, tanto al exterior como interiormente; la pintura al óleo y el empapelado casi no se conocían, y menos el cielorraso…” 62
La puerta vidriada exterior es de dos hojas que abren al interior. El dintel está realizado con la misma técnica empleada en la puerta opuesta. Es decir, con vigas de madera duras colocadas a filo de los revoques interior y exterior, cubriendo 0.70 m correspondientes al espesor del muro de fachada. Cada hoja de carpintería mide 1.83 m de altura máxima y 0,49 m de ancho. Tiene dos goznes sujetos con cinco remaches pasantes cada una y la vidriera separada en tres paños de aproximadamente 0.30 m x 0.30 m. No tiene sus postigos de madera originales en el interior, aunque todavía están colocados los tres machos de los pernios. Las molduras bota agua de ambas carpinterías se han perdido y, para evitar el ingreso de agua de lluvia al interior se colocó un umbral de 10 cm de cemento revestida con una tabla de madera de 5,5cm de espesor. La hoja izquierda carece de sus pasadores forjados originales y se encuentra mas deteriorada, por haber estado expuesta a las lluvias procedentes del este. El tablero inferior es de reposición y reproduce con esmero el diseño de la hoja derecha. La cara interior de ésta, tiene colocado el retén de la traba horizontal, una planchuela de hierro forjado en forma de L, colocada a 1.07 m. El piso del balcón que da a la calle San Lorenzo mide 0.34 m de ancho x 1.75 m de largo. En la fotografía de 1909, se distingue claramente la estructura de madera que sostiene el balcón, realizada con los mismos tirantes del piso, que sale en voladizo hasta el filo exterior, pero en 1930 ya se encontraba como lo vemos hoy, sin los tirantes a la vista. La baranda de hierro, habría sido colocada a mediados del siglo XIX, ya que tiene el diseño y la técnica de construcción de la época.63
A modo de conclusión, podemos decir que la finca fue edificada en la década de 1820 y que de su frente original solo queda una pequeña franja, ubicada junto a la medianera este del terreno, sobre la calle San Lorenzo. Ese sector, no fue edificado como una casa individual sino que en realidad, es uno de los zaguanes de la primitiva construcción. Desde ese zaguán, se accede a la pequeña habitación en altos que figura en la tasación de 1861 y que tiene una puerta con pintura exterior rojo punzó, aplicada durante el gobierno de Rosas. A fines del siglo XlX, un error matemático en la conversión de las medidas del lote de varas a metros, lo salvó de ser modificado junto con el resto de los frentes de la esquina de San Lorenzo y Defensa. Ese error de medidas sirvió para mantener en pie esta antigua construcción; y la apócrifa leyenda del esclavo, para motivarnos a estudiarla y conservarla.
Referencias
1 Esta foto de 1909 y otra más de 1930 se encuentran en el Archivo General de la Nación.
2 “La casa “mínima del liberto”; Buenos Aires nos cuenta Nº3. San Telmo: La Historia de un largo tiempo, editada por Elisa Casella de Calderón; año 1982, pp.27.
3 Op. Cit. Pp.28 y 29. Hubo otras ediciones de la misma revista con el mismo texto y distinto diseño de páginas. Esta historia refuerza su credibilidad al estar publicada junto a la fotografía de un anciano negro liberto que, según el epígrafe, fue esclavo de la familia Urquiza.
4 Mac Cann, William; “Viaje a caballo por las provincias argentinas”; Hyspamérica Ediciones Argentinas; Buenos Aires; 1986; pp.128 y 129.
5 “Casa mínima por error”; Diario Clarín arquitectura; Buenos Aires; 30 de enero de 1995; pp.7. También se filmó un breve documental emitido en varias oportunidades durante 1995 en el programa “los unos y las otras”, conducido por Mónica Gutiérrez y producido por Paula Andaló, en la señal de cable VCC.
6 “Una historia de mínima”, LA NACION, Sección 4, pág. 8, Buenos Aires, 11 de mayo de 1999.
7 Un Inglés; “Cinco años en Buenos Aires”; Hyspamérica Ediciones Argentinas; Buenos Aires 1986; pp.78 y 79.
8 En el cementerio de la Recoleta existe una lápida de mármol blanco, colocada junto a la suntuosa bóveda de Bernabe Sáenz Valiente. Se encuentra dentro de los límites de la parcela, pero fuera la bóveda. Aún puede leerse la siguiente inscripción: “Catalina Dogan falleció el 31 de agosto de 1863 a los setenta y cinco años de edad. Fue en su humilde clase de sirvienta un modelo de fidelidad y honrades”.
9 Mathías Sosa. Testamentaria Nº8416, Año 1797, Fs. 13 a 16. AGN.
10 Andrés de la Peña Fernández, Testamentaria Nº7389, Año 1823, Fs. 5r. AGN.
11 Es muy probable que la familia de la Peña haya defendido la causa realista, pues en aquellos años tenían vínculos comerciales y parte de la familia en España.
12 Op. Cit. Andrés de la Peña….Fs.1 a 2. Sebastián Lezica era hermano de Ventura Lezica de Peña.
13 Tullard,A; “Los planos más antiguos de Buenos Aires” 1550-1880; Peuser Editores; Buenos Aires; 1940; p.12
14 Plan de la Ville de Buenos Ayres, autor anónimo, existente en el museo del Banco de la Nación Argentina.
15 Andrés de la Peña Fernández, Testamentaria, Año 1823, Nº7389, Fs. 7r.
16 Op. Cit. Fs. 7v.
17 Op. Cit. Fs. 8v y 9r.
18 Op. Cit. , Item 8º, Fs. 3v.
19 Sabemos que esa casa estuvo alquilada durante décadas y, por relatos de un viajero, sabemos que entre 1820 y 1825 “…El alquiler es elevado: de sesenta a ochenta pesos por una casa de regular tamaño” Un Inglés; Cinco años… Pág. 28.
20 Op. Cit. Fs. 3r.
21 Recordemos que esa barraca fue inmediatamente vendida después de la muerte de Andrés de la Peña al un tal José Serna, La hija mayor de Ventura Lezica, se llamaba Josefa Peña de Serna, casada antes de 1862.
22 Ventura Lezica de Peña; Testamentaria; Año 1861; Nº6534 (Tomo1) ; Foja 13v.
23 Este dato proviene de 212 misas que la señora contrató y que no pudo pagar a causa de su enfermedad. Op. Cit. Fs. 180 v.
24 Por ese servicio se pagaron 90 pesos, según consta en el inventario de gastos de Juan Bautista Peña. Ventura Lezica de Peña…. (Tomo1) ; Fs. 80r.
25 Ventura Lezica de Peña… (Tomo 1) Fs. 19r. y 19v. La nota fue presentada el 7 de mayo de 1861, y el juez de primera instancia era V. Martínez.
26 Ventura Lezica de Peña… (Tomo 1) Fojas 22r. y 22v.
27 En esa oportunidad discriminó detalladamente en cuatro carillas todos los materiales que componían la propiedad, metrajes, precio, etc. Esa tasación incluía además los rubros de carpintería y herrería, realizados con igual detalle. Josefa Peña de Díaz, Testamentaria; año 1860; Nº7420, Fs 230 a 237.
28 Ventura Lezica de Peña… (Tomo 1) Fs. 82v.
29 Op. Cit. Fs. 83 bis: Fecha 20/6/1861
30 Peña, José María / Peña, Enrique; Testamentaria; Año 1895; Nº7723
31 Ventura Lezica de Peña… (Tomo 1) Fs. 149r.
32 El resultado del remate fue publicado en la “Revista comercial y Administrativa” el 9/1/62 y en “El Nacional” el 10/1/62
33 Ventura Lezica … Fs. 149r a 150v.. Lo actuado fue aprobado por el Juez González el 14/1/1862.
34 Op. Cit. Fs. 166v. y 167r.
35 Se descubrió que la pintura original de una de las puertas de la habitación en altos tenía pintura color rojo punzó en la cara externa y en uno de los pozos de basura estudiados, se excavó un jarro de loza blanca con decoración anular en rojo, que tiene impresa la inscripción: VIVA LA FEDERACION y sobre ésta, el busto de Juan Manuel de Rosas. Este jarro, único en su tipo, una vez estudiado y restaurado (por Viviana Cardozo), fue entregado al Museo de la Ciudad.
36 Op. Cit. Fs. 167v. Firma Cabral, fs. Nº 150 de su registro.
37 Ventura Lezica … Fs. 169v y 170r. Este documento fue fechado el 10/5/1862 y firmada por todos los herederos y sus representantes.
38 Op. Cit. Fs.216 a 18 nota presentada al juez de 1ª instancia Alejo B. González.
39 Op. Cit. Fs. 181r.
40 Calzadilla Santiago; “Las beldades de mi tiempo”; Editorial Estrada; Buenos Aires; pp.144/ 45.
41 por la suma de $34.293 por las dos fincas en un lapso de diez meses, , correspondiendo $17.020 por la finca de la calle Defensa y San Lorenzo. Op. Cit. Fs. 178
42 En ese año de 1861, alguno de ellos: Miguel, Antonio ó Jacques, seguramente tuvo la suerte de caminar de noche por la calle Defensa hacia el sur, doblar por San Lorenzo y caminar algunos pasos sobre una buena vereda de piedra genovesa sintiendo en su cara la brisa suave del río. Llegó hasta el Nº380, donde quedaba su casa. Abrió el cerrojo de la pesada puerta, subió los tres escalones de mármol blanco y siguió por el zaguán, pasó la cancela de hierro y tomar la escalera de dos tramos que estaba a la izquierda, junto a la medianera. Escuchó el crujir de los escalones de madera hasta que llegó a la galería de baldosas rojas de Le Havre. Con la otra llave abrió puerta, robusta pero de regular calidad, todavía pintada con el rojo federal. Encendió una vela o una lámpara y dejó sus cosas junto a la doble puerta vidriera de esa piecita en altos que daba sobre la calle San Lorenzo. De esa manera, con todo dispuesto, se acostó mirando la cubierta hecha con tirantes de buena calidad, las paredes revocadas con barro y bosta blanqueadas a la cal, para así quedar dormido, hundido en sus propios pensamientos.
43 En el plano de catastro de la ciudad, realizado por Pedro Beare en la década de 1860 /70, la parcela en cuestión, mide una vara más sobre San Lorenzo que sobre Defensa, equivalentes a 29,72 x 28,66 m. utilizando como unidad de medida 0,866m por cada vara. Estas dimensiones se ajustan a lo existente en la actualidad.
44 En lo que refiere a la conversión de varas a metros, en la República Argentina la equivalencia reconocida por el comité de pesos y medidas es de 1vara = 866mm. La vara era una medida usada antiguamente en España para la mensura de terrenos y que fue transmitida a hispanoamérica en la época de la colonia. Pero como en su país de origen la vara no tenía una medida única (existiendo la vara andaluza, la castellana, etc.), fue transmitida de diversas formas a América Latina. El error cometido en la conversión de varas a metros es posible que se base en una errónea consideración de equivalencia ó en un error matemático.
45 El terreno tiene además un martillo interior (donde está la escalera que conduce a la habitación en altos) que aumenta algunos metros la superficie total.
46 La manzana de enfrente, entre San Lorenzo y Chile, 7 tenían alumbrado a gas, 6 a aceite y 3 tanto a gas como a aceite.
47 El proyecto fue realizado por el centro de arqueología urbana, IAA, FADU, entre diciembre y enero de 1994.
48 Dirección de Catastro, Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, junio de 1944.
49 En la habitación de la esquina (Defensa y San Lorenzo) se encontró: 1 tirante de madera dura de 17,5 cm x 11 cm (4,5” x 7”) x 2,37 m de largo, y 3 palmas de 2 m de largo y alrededor de 0,45 m de diámetro.
50 La fotografía de este estarcido fue publicada en: López Coda Pablo; “Los estacidos en Buenos Aires” ; Temas de Patrimonio Cultural II; Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad Autonoma de Buenos Aires – EUDEBA; Buenos Aires; 1999; pp.130.
51 Una de ellas tenía parte del sello de fabricación E.DUB… (E. DUBOSC.HAVRE) el resto eran lisas en ambas caras, todas tenían 2,1 cm de espesor. López Coda, Pablo; “Las baldosas….”
52 Era un grupo de quince baldosas de 20,3cm x 20cm y 1,9cm de espesor marca: L. ETIENNE – AUBAGNE. La fecha de fabricación de este material corresponde al período 1880-1910. López Coda, Pablo: “Las baldosas cerámicas….
53 La marca del fabricante era : Pierre Sacoman – Marseille. C,1880/ 1910. Op. Cit. “Las baldosas
54 Los materiales y las técnicas empleadas para realizar este tipo de trabajos fueron básicas y elementales, y las intervenciones poco dañinas. Por ejemplo, para resolver filtraciones de la azotea, se colocó una membrana exterior y al persistir las goteras en la habitación de altos, se colocó un film de polietileno cubriendo la superficie dañada, sujetado con listones clavados a los tirantes del techo, dejando una cámara de aire entre la estructura y el polietileno. Este “cielorraso improvisado” permitía ventilar la estructura y tenía además la pendiente suficiente como para conducir el agua hacia uno de los rincones de la habitación, donde seguramente habría un balde. Una intervención tan ingeniosa como ésta es, sin proponérselo, un acto de conservación edilicia ya que es efectiva y reversible, no modifica lo existente y puede ser retirado sin causar destrucción. De la misma manera, en la habitación, se realizaron reparaciones en las puestas vidriadas que dan a la calle. En este caso se copiaron las molduras de los tableros de la parte baja con la intención de repararla, pero además, reconstruyendo la forma original. Las maderas del piso, se encontraban deterioradas por el agua que ingresó hasta que las puertas fueron reparadas. Como solución se colocó un trozo de alfombra, que mantenía el nivel del piso e impedía filtraciones de aire o agua.
55 Esa reja, le quitaría la austeridad que tiene hoy en día esta construcción, evidenciando aún más que se trata de un zaguán y no del acceso a una pequeña casa.
56 Plano de obras de salubridad del radio antiguo, enero de 1895, archivo de O.S.N.
57 Estas baldosas fueron de uso frecuente en Buenos Aires entre 1840 y 1860; estos escasos dos metros cuadrados son los únicos que se conservan colocados en una casa particular de la ciudad. Los tipos y variedades de este tipo de solados han sido estudiados en: López Coda Pablo; “La baldosa cerámica en el Río de la Plata”; Crítica Nº50; Instituto de Arte Americano e investigaciones Estéticas “Mario J. Buschiazzo”; F.A.D.U; Universidad de Buenos Aires; 1995.
58 Gentileza del arq. Pablo Scannone.
59 El mismo color rojo punzó pude encontrarlo en 1997 en la puerta de la casa que fue de María Josefa Ezcurra (Alsina 463) . La cara interna de esa puerta conserva todavía el 90% de ese tipo de pintura. También se descubrió ese color en las carpinterías de la planta alta.
60 El precio de una vara cuadrada de revoque embostado y blanqueado era de un peso en 1835 y, según una tasación realizada por el maestro Baca en 1860, el mismo revoque viejo valía dos pesos, mientras que un piso de ladrillos usado costaba 4 pesos.
61 Un pequeño sector de revoque embostado y blanqueado se conserva en una pared ubicada en la cocina de la Santa casa de Ejercicios Espirituales construida en 1795, situada en la av. Independencia y Salta.
62 Wilde, José A.; “Buenos Aires desde 70 años atrás”; EUDEBA; Buenos Aires; 1960; pp. 20.
63 Esta baranda de balcón es similar a la que existió en la calle Defensa 386, publicada en: Nadal Mora, Vicente; “Herrería Artística del Buenos Aires Antiguo”; Dirección General de Cultura; Buenos Aires; 1957; pp. 84.