«El aljibe del Colegio Fernando Fader (La Porteña 36)»
En el año 2000 se recibió una nota del Centro de Gestión y Participación no. 7 en que se solicitaba que se tratara de averiguar si era verdad los rumores sobre la existencia de un túnel o de alguna construcción subterránea existente debajo del actual colegio Fader en el barrio de Flores. Se trataba de una pregunta simple y pese a la incredulidad general para este tipo de informes, se hizo una primera visita al lugar: grande fue la sorpresa al encontrar que existía en el patio un hermosos aljibe completo, y por ende debajo de él había una enorme cisterna en casi perfecto estado de conservación. Para descender existe una escalera amplia que, extrañamente, gira en torno de esa enorme cisterna cilíndrica, lo que hace a lo observado aun más extraño: no sólo era el único conjunto de este tipo entero en la ciudad si no que a su vez está en un sitio público como es una escuela, y en donde los alumnos pueden aprovecharlo para aprender varias lecciones sobe el pasado del lugar. Se logró que el Gobierno de la Ciudad a través del Instituto Histórico hiciera carteles indicadores que se pusieron en su sitio para que los visitantes compredienran el sistema de funcionamiento. Lo único que lamentamos en que en fecha posterior, si bien se retiró el material de construcccción que ahí estaba depositidao, se rompió el piso de baldosas francesas y con ello el pozo para acumular la tierra en suspensión, quizás a la búsqueda de un tesoro que obviamente no existía.
A partir de ese momento el lugar se transformó en un hito porteño, se organizaron visitas de vecinos e interesados y para el 2005 fue incluido en la Guía del Patrimonio Cultural de Buenos Aires [1], lo que le dió reconocimiento oficial a su existencia e importancia. Y en ese mismo año publiqué una descripción en mi libro Túneles de Buenos Aires [2] con la información detallada.
Para ese momento ya sabíamos que la casa del colegio había sido la más que conocida Quinta Las Lilas que perteneciera al Sr. Agar, uno de los miembros del directorio del antiguo Ferrocarril del Oeste que pasaba a pocas cuadras de allí. Formaba parte de una larga serie de enormes residencias en la zona, y cuando se la vendió, el municipio abrió por delante la calle actual La Porteña cortando parte de los jardines y loteando el resto en 1924. Pero la casa quedó intacta. Su construcción se remonta a la década de 1880-90. Allí también funcionó el Club Social de Flores [3].
El conjunto de aljibe, cisterna, el albañal que trae agua desde la terraza, el pozo de decantación, la escalera circular, todo intacto, eran realmente algo soberbio para una ciudad que destruyó casi toda evidencia material de los sistemas de abastecimiento de agua del siglo XIX, ya ni hablemos de los de la colonia. El sistema era simple: del techo y de los patios descendía una serie de albañales –cañerías de ladrillos- la que llevaba el agua hacia una cisterna cilíndrica bajo el suelo; dado que generalmente tenía tierra o suciedad en el fondo había un pozo donde se depositaba lo decantado al que era necesario limpiar cada tanto tiempo y que también estaba entero; el piso era de baldosas francesas de Marsella. El agua, diariamente, se sacaba desde arriba a través del brocal, una construcción cilíndrica de mampostería que tenía un arco de hierro forjado, de donde colgaba un balde con una soga. Así se extraía el agua que se juntaba con las grandes lluvias. Obviamente para limpiar esa construcción bajo tierra, que superaba los dos metros de diámetro y a veces los cinco de alto, se necesitaba una escalera para descender y una puerta de entrada. En este caso esa escalinata rodeaba la cisterna por afuera, por lo que tomaba su forma curva, lo que la hacía única en la ciudad a la fecha. Esperemos que el lugar contue así por muchos años más.
Lo insólito fue cuando en el año 2009 un conocido arqueólogo que trabaja en Flores [4] organizó un programa de televisión en ese sitio y al llegar se le informó que nada existía ni existió jamás y en el lugar hay sólo una pared; nueva y recién pintada, pero pared al fin. Se sucedieron una serie de visitas las que resultaron de igual forma: ahí nunca hubo nada y la pared lo demostraba. Por supuesto se hizo la denuncia a la Dirección General de Patrimonio e Instituto Histórico que de inmediato la giró a Educación para que se tomaran medidas al respecto, se presionó para demoler la pared, pero no se logró hacer nada. La oficina de Registro Arqueológico tenía ya fichado el sitio, lo cual transformaba el asunto en un problema judicial dentro del mismo Gobierno de la Ciudad en que funcionarios escolares tomaron una decisión inconsulta, pero nada se logró hacer de manera efectiva. La pared sigue en su sitio.
En base a eso es que decidimos buscar las fotos existentes y dar a conocer el caso como prueba de su existencia por una parte y como único registro de lo que hubo. Suponemos que tras esa pared debe estar la estructura aun entera, como lo sigue estando el aljibe en el patio. Y si sabemos que los brocales de los aljibes (la parte superior) tenían una cisterna y/o pozo abajo por obviedad, no hace falta demasiada imaginación para entender que efectivamente ahí debe seguir estando. Como otras veces, lo que molesta se lo desaparece, a alguien debió serle incómodo tener visitas.
Referencias
[1] Guía del Patrimonio Cultural, vol. 3, arqueología urbana, Gobierno de la Ciudad, Buenos Aires, 2005, Pag. 68.
[2] Daniel Schávelzon, Túneles de Buenos Aires: historia, mitos y verdades del subsuelo porteño, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2005, Pag. 160.
[3] Liliana Aslan y colaboradoras, Flores 1808-1960, IPU, Buenos Aires, 1989, pag. 39.
[4] El Licenciado Ulises Camino.