«Consumo, guerra y arte en la arqueología de Buenos Aires: las fuentes del Paraguay»
El artículo titulado “Consumo, guerra y arte en la arqueología de Buenos Aires: las fuentes del Paraguay” ha sido escrito por Daniel Schávelzon y fue publicado en el sitio de la Universidad del Centro de la Provincia de Buenos Aires el 6 de octubre de 2011 (http://www.unicen.edu.ar/node/7197). El rescate fue hecho por Horacio Padula y Ricardo Orsini, la restauración y las fotografías es trabajo de Patricia Frazzi y su equipo técnico.
No hay nada más monstruoso e insensato que la guerra. La muerte sistemática en aras de ideales generalmente confusos, si no idiotas (incluimos aquí los raciales y religiosos), o meramente económicos en su peor acepción (imperiales o expansivos). Una de ellas nos tocó a nosotros y sin duda entra en la poco honrosa categoría de guerra de exterminio o genocidio: lo que nuestros alumnos aun llaman La Guerra del Paraguay, los historiadores la conocen como la Guerra de la Triple Alianza y nuestros hermanos del Paraguay como la Guerra Grande. Las palabras no ocultan que hubo en ella –y pensemos la época y cantidad de población-, entre medio y un millón de muertos paraguayos. Obviamente nadie los contó. Pero pesa sobre nuestras conciencias la bestialidad de un exterminio insensato entre fines de 1864 y 1870. Lo que sí estamos seguros es que el iniciador de esta guerra, Bartolomé Mitre, no lo hizo con el apoyo masivo de los argentinos, muchos líderes políticos y grandes masas de la población se negaron activamente a participar; es más, fue bastante obvio que se usó la gran masa de tropas afroargentinas para exterminar a lo que quedaba de ese pueblo.
La historia de esta guerra ha sido contada mil veces, por unos y otros según sus intereses, nacionalidades y posturas, sean revisionistas, liberales o conservadoras, modernas o anticuadas, pero nadie dejó de aceptar el papel jugado por Gran Bretaña como impulsor de esta locura. Lo que queremos describir aquí es una pequeña, casi mínima mirada a un objeto que estuvo en uso en Buenos Aires –y quizás en otras partes-, en esos mismos años: una fuente. Es decir, lo que mientras se luchaba en el norte, y en los años siguientes, a veces los mismos familiares o conocidos usaban fuentes con la leyenda “Paraguay” y motivos alegóricos que no tenían nada que ver con la realidad. ¿En qué mundo vivían? ¿Era la negación de la realidad ante el genocidio que estaba ocurriendo?
No es una fuente cualquiera aunque tampoco era tan diferente a las muchas de su tiempo. Era de loza decorada con el sistema de transferencia de dibujos en color azul cobalto, del tipo llamado Pearlware por su tono celeste en el vidriado que la cubría, y se hacían en Escocia donde en Glasgow existía un conglomerado de fabricantes de lozas para la importación mundial a los mercados que desde hacía casi un siglo había creado la Revolución Industrial. Fue hallada en el rescate arqueológico hecho por la Dirección General de Patrimonio e Instituto Histórico en la calle Aieta 1065 de San Telmo1.
No sabemos aun quién fue el autor del grabado original ya que los fabricantes de loza se limitaban a reproducirlos, sea a pedido de algún comerciante local, sea porque les parecía un tema exótico que podía encontrar mercado en cualquier parte. Al fin de cuentas Paraguay había entrado al mundo de las noticias por su guerra sangrienta gracias a ser la segunda de ellas en el mundo que fue fotografiada en vivo. Las imágenes de sus muertos dieron la vuelta al mundo, lamentablemente. Pero alguien, quizás antes si queremos pensar bien, captó o mejor aun imaginó una escena idílica, tropical, la grabó y de ahí fue tomada justo durante la guerra o muy poco después para motivo de ornamento. Obvio que no había nada más alejado de la realidad: véanse las altísimas montañas nevadas a lo lejos, las palmeras y plantas a sus pies, dos jinetes en la selva sobre sus briosos corceles, obviamente negros y blancos puros, con su exótica ropa, destacados bigotes y sombreros peculiares, lazando un par de caballos al galope, o toros en las escenas de los bordes. Todo es imaginación despertada quizás por las lecturas al calor del libro de algún viajero de turno que seguramente no salió del hotel. Luego la empresa inglesa lo tomó, lo transformó para adecuarlo al centro de la composición de la fuente con caballos y para sus bordes lo hizo rodeados de volutas pero con toros en lugar de caballos, y ahí quedó para siempre.
Que en Buenos Aires se usaran estas fuentes poco después de la guerra, ya que la inscripción Trade Mark nos dice que seguramente es posterior a 1875 –aunque se lo usó desde 1862-, y que la arqueología la hallase en tres sitios diferentes de la ciudad, sin dudas que nos despierta inquietudes. Primero porque debió ser extremadamente común ya que no son muchos los sitios excavados en la ciudad y la posibilidad de encontrar el mismo dibujo tres veces es casi inexistente. Pero es claro que tres familias de la zona sur, la más importante hasta la Fiebre Amarilla (1875), la tenían en su menaje doméstico.
La fábrica era importante y conocida en Escocia: la empresa era conocida como la Bell Co. por el apellido de sus fundadores, John y Matthew Preston Bell, y su obvio símbolo era una campana. En realidad era la Glasgow Pottery, la que se instaló en Dobbis Loan en 1842 y cerró en 1928. Fue muy famosa por un motivo artístico conocido como el Carro Triunfal que llenó las mesas de Europa. Hizo muchos otros motivos pero el de Paraguay no figura, que sepamos, en ningún catálogo del mundo. Es cierto que todas estas empresas trabajaban a pedido, es decir que alguien de algún lugar del mundo le enviaba un pedido con el grabado y ellos lo hacían y exportaban; así tenemos en Buenos Aires desde vistas de la ciudad hasta rostros de Sarmiento, Rosas, Mitre y tantos otros personajes del mundo político, o incluso temas simplemente decorativos. Suponemos que debió ser un buen negocio para ambas partes.
La marca de la parte posterior es un cinturón con la inscripción J & M P Bell & Co., el que encierra una campana que posee escrito Trade Mark a sus lados, y debajo de todo se encuentra la palabra Paraguay, como cosa exótica, escrito dentro de una cartela.
En síntesis, estas fuentes que al parecer eran tan comunes durante y/o después de la guerra, mostrando un paisaje irreal e idílico, negando la muerte y el genocidio, nos asombra y llena de desprecio por una sociedad que pudo creer que era inocente, que lo que sucedía en la frontera de ese país no era más que gauchos lazando toros fornidos en un paisaje de ensueño. O que no pudo asumir con conciencia lo que estaba haciendo. Una simple fuente nos puede dice quizás más sobre la actitud de algunas familias –quizás no todas-, sobre sus acciones por una parte y por la imagen que tenían sobre ellas en la mesa con los invitados.
Por supuesto, todo esto podría ser de otra forma, es la ventaja de interpretar hechos materiales2, pero creo que no debió haber sido muy diferente de cómo lo imagino.
Referencias
1 El rescate fue hecho por Horacio Padula y Ricardo Orsini, la restauración y las fotografías es trabajo de Patricia Frazzi y su equipo técnico.
2 Debido a que se trata de una operación de rescate arqueológico, el contexto de ese pozo de basura no pudo recuperarse completo. De todas formas podemos trabajar sobre lo hallado ya que es más que representativo.