Instituto de Arte Americano e
Investigaciones Estéticas
"Mario J. Buschiazzo"
Lugares de mal vivir: Una historia cultural de los prostíbulos de Buenos Aires; 1875-1936
Palabras clave:
Buenos Aires, historia, cultura, sociedad, prostituciónSinopsis
De escuchar su charla, habría tenido la impresión que
Knype Hill, con sus mil habitantes tenía más refinamientos
para el mal que Sodoma, Gomorra y Buenos Aires juntas.
George Orwell, A Clergyman’s Daughter, Londres, 1935.
Cuando George Orwell escribió este pasaje dejaba claro que, a mediados de la década de 1930, el imaginario sobre la capital argentina incluía la idea de una ciudad cuya inmoralidad alcanzaba dimensiones bíblicas. La afirmación del autor inglés no constituía un hecho aislado. La pésima reputación porteña por culpa de su “mala vida” y de sus bajos fondos tenía tal magnitud que, a menudo, sobrepasaba las fronteras nacionales para instalarse en los discursos de instituciones e intelectuales de otras latitudes. Por aquel tiempo, se estaba cerrando un ciclo para Buenos Aires. A la par de un largo período determinado por la riqueza de sus campos, sus exportaciones agropecuarias, su alta burguesía y los formidables movimientos inmigratorios, también a lo largo de varias décadas —al menos desde fines del siglo XIX— se había construido una imagen compleja —y en cierto sentido contradictoria— de una sociedad urbana decadente, en una ciudad sumida en un arrollador proceso de cambios. El cuadro completo —uno de cuyos trazos pinta Orwell— exhibía la vida nocturna de una ciudad, a veces tan sórdida como opulenta, con una enorme cantidad de locales de diversión. Una ciudad donde la trata de blancas era un delito de proporciones masivas y el comercio con mujeres “de la vida” podía encontrarse en cada calle, en todos sus barrios. Una ciudad con una singular cantidad de prostíbulos. El objeto de estudio de este libro es el prostíbulo porteño que, durante el período de la tolerancia que va de 1875 a 1936, se dispersó, mutó y reconfiguró varias veces.
Es nuestra intención explicar cómo y por qué ese prostíbulo, en cuanto uno de los espacios más emblemáticos del universo marginal de la ciudad, ocupó, paradójicamente, un lugar central en la cultura de aquellos años. Partiendo de este presupuesto general, formulamos tres hipótesis particulares y complementarias entre sí. En la primera de ellas se afirma la existencia de un paradigma “médico moral” que sostuvo la prostitución —y su expresión material, el prostíbulo— durante los años de la regulación. En tanto conjunto de creencias y valores socialmente aceptados, reconocidos y construidos por un grupo intelectual, la noción de paradigma resulta funcional a los estudios culturales, como vía de interpretación y asociación de un grupo importante de factores actuantes sobre una sociedad determinada en un particular momento histórico. La segunda hipótesis tiene que ver con la idea de tolerancia, como la faz más visible de ese paradigma, reconocida como un “pacto” entre la sociedad y los poderes locales, muy diferente a la noción establecida de “legalidad” y con fuertes implicancias sociales, institucionales y espaciales. La tercera de las hipótesis se desprende justamente de la ubicación espacial de las actividades prostibularias dentro de la trama urbana. Mientras es observable la existencia de un suburbio periférico y marginal, presente prácticamente desde los orígenes de la conformación misma de la ciudad, proponemos reconocer también al centro como otro bajo fondo, en el corazón de las grandes decisiones políticas y administrativas de Buenos Aires.
Llamados “lupanares” en la antigua Roma, “mancebías” en la España barroca, “casas de asignación” en el México decimonónico, “cafés de camareras”, “casas de tolerancia” o “quilombos” en el Buenos Aires finisecular, los nombres que los prostíbulos han recibido a lo largo de la historia han sido cambiantes y diversos. No obstante, siempre se trató de denominaciones que condensaron dimensiones culturales particulares y que restituyeron determinadas situaciones sociales y políticas que, como siempre, tuvieron su correlato en las prácticas espaciales. La prostitución fue tolerada y regulada en la ciudad de Buenos Aires por un período ininterrumpido de sesenta y un años, desde fines del siglo XIX hasta bien avanzada la tercera década del siglo XX. En esta etapa, los burdeles proliferaron en varios puntos de la ciudad. Se mezclaron entre las casas y los comercios de algunos barrios, en sitios evitados (a veces) por la mirada y por el paso de los transeúntes. Pero no es posible hablar de una línea homogénea en cuanto al desarrollo del ambiente prostibulario, en tanto tampoco es posible hablar en términos de homogeneidad de casi ningún aspecto de la vida urbana argentina de aquellos años. La ciudad misma en su conjunto experimentaba cambios tremendos —que provenían de y a su vez alimentaban a— una cultura nueva, una sociedad heterogénea y una política diferente. Entre el último cuarto del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, la transformación demográfica y espacial de Buenos Aires fue formidable. La población se multiplicó por diez. Los 230.000 habitantes que tenía aproximadamente en 1875 eran más de 2.400.000 en 1936. Durante el período que va desde 1871 hasta el comienzo de la Primera Guerra Mundial, llegaron a la Argentina cerca de seis millones de inmigrantes, en su inmensa mayoría de países europeos. Algo más de las dos terceras partes se radicaron definitivamente en el país. Para 1914, más del 60% de la población de Buenos Aires era extranjera. El proceso de expansión territorial y el vertiginoso crecimiento poblacional no contaban con precedentes en Sudamérica y no había muchos casos que pudieran comparársele en el hemisferio occidental. La ciudad de mediados de los años treinta poco o nada tenía que ver con aquella del último cuarto del siglo XIX. Tampoco su sociedad.
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