Caminos y paisaje en la costa del Pago Grande. Sondeos en la Casa Oks, Martínez, Buenos Aires.
La historia del paisaje es en gran medida la historia de sus caminos como apropiación del espacio. Resulta interesante que en los planos antiguos de la ciudad o de su periferia norte no hay presencia de caminos que bajen la barranca, en especial desde grandes residencias, porque podía significar la apropiación de terrenos de la Corona primero y luego del Estado. El hallazgo del que nos ocuparemos en este trabajo, pavimentado y fechado para 1850, puede mostrar la realidad sobre el uso del espacio común por los propietarios de la zona norte de la ciudad de Buenos Aires.
Este artículo ha sido realizado por Daniel Schávelzon, Patricia Frazzi y Mario Silveira, investigadores del Centro de Arqueología Urbana (FADU-UBA).
Hoy en día hablar sobre arqueología de un paisaje, de jardines o siquiera de espacios abiertos urbanos es cosa de todos los días. No era así hace veinte años y lo muestra la bibliografía internacional como cosa aun poco habitual (Deetz 1990, Kelso y Most 1990, Miller y Gleason 1993). Pero los trabajos hechos en Palermo en la ciudad de Buenos Aires en 1985 y 1988 venían presentando una veta de información que se mostraba cada vez más interesante al explicar las formas de uso de los grandes espacios en las ciudades o alrededor de ellas (Schávelzon y Ramos 2009). Años más tarde el estudio de la Casa Alfaro en San Isidro nos permitió generar una mirada diferente a la tradicional a las casas excavadas, al observar su transformación a lo largo de medio siglo. Entendimos que estas fueron vistas –y mostradas- de manera diferente a medida que el entorno fue cambiando y las casas fueron adaptándose a nuevas formas de apreciar el paisaje y los edificios dentro de él, en el paso de lo rural a lo urbano (Schávelzon y Eugenio 2001, Schávelzon y Silveira 2004). En forma quizás simple a inicios del siglo XIX la casa estudiada era encerrada hacia su patio interior, a mitad de ese siglo su vecino ya hacía un mirador hacia los alrededores, para la década de 1890 surgían los grandes balcones y ventanales hacia la barranca y el río. No sólo cambiaba la arquitectura, se transformaba la manera en que se apreciaba el paisaje circundante. Y a la vez la manera en que eran mirados los propietarios.
A partir de esa experiencia, de casas cerca de la barranca frente al río –aunque ahora estén alejadas por los rellenos-, la idea de excavar una gran residencia colonial se transformaba en un tema fascinante tratando de ver cómo se miraba la costa y a la vez el ver la vivienda desde el río. Para eso no había mejor ejemplo en la zona norte que la que en ese momento era la casa Oks en Martínez, ubicada en la calle Madero (área cerrada de grandes residencias con calles sin numeración) y construida posiblemente poco después de 1790, y que continuaba sin cambios significativos salvo la reducción de sus tierras. La casa es excepcional por su antigüedad y conservación ya que además de tener gran parte del terreno original y el edificio casi sin cambios, posee un mirador único en el país y una jardinería de excepción. Y este mirador de varios pisos tenía una larga historia que luego describiremos. El terreno por lo tanto permitía una investigación perfecta para los objetivos planteados y su propietario estaba abierto a los estudios por primera vez en medio siglo ya que, como veremos, desde 1947 estaba cerrada a los visitantes o estudiosos de manera absoluta, a los que luego se sumó el tema de la seguridad de las colecciones que albergaba. Finalmente si bien se pudo excavar, problemas familiares relativos a la posible venta de la propiedad y a su negativa a que fuera conocida más allá de ciertos círculos sociales cerrados, hicieron que del proyecto sólo se concretara sólo en una primera parte. De todas formas y pese al tiempo transcurrido es un ejemplo en el que aunque los objetivos originales no pudieron cumplirse nos llevó a aprovechar lo sí encontrado, ya que abría puertas hacia temas que no habíamos imaginado1.
Los recorridos hacia el norte de Buenos Aires
En primer lugar debemos comenzar por describir la estructura vial de la zona norteña de la ciudad. Es conocida la historia de los caminos que iban desde Buenos Aires hacia el norte; básicamente estaba el del Fondo de la Legua que desde tiempo de Garay había quedado establecido al final de las mercedes por él otorgadas. Obviamente resultaba para cualquiera imposible y absurdo respetar la circulación indicada, ya que en esas enormes franjas de tierras en que en la mayor parte de su superficie no había nada y menos divisiones entre tierras salvo algunos mojones, se pasaba libremente de un sitio a otro. De esa manera y de forma natural surgió otro camino, el del Bajo, que recorría los terrenos por el otro extremo de las suertes, es decir cerca del río, sobre la barranca. Recordemos que la entrega de tierras era de la barranca hacia el oeste y no la incluía, lo que llevó a siglos de pleitos y a la situación actual de tierras ocupadas ilegalmente aunque ya blanqueadas por el tiempo, como herencia de ello. Pero al menos en los finales del siglo XVIII que fue cuando la región comenzó a poblarse el camino del Bajo unía las localidades entre Buenos Aires y la zona del Tigre, pasando por Los Olivos y finalmente Las Conchas; un decenio más tarde del final de ese siglo surgiría, aunque sin autorización oficial, el poblado de San Isidro (Udaondo 1942, Salas 2005)). Y en el medio fue creciendo y desarrollándose otra circulación, más natural, que cortaba los terrenos por el medio, el llamado camino del Alto –hoy avenidas Cabildo y Maipú-. Esos caminos y seguramente otros que aparecen en los mapas granel resultado de su uso de manera espontánea y racional, eran los recorridos obvios y necesarios ya que la legua de propiedad era una distancia enorme. Pero las suertes siempre corrían por encima de la barranca como incluso lo muestra el excepcional plano del Coronel García con todo detalle, hecho en 1813 (MOP 1935).
La discutida existencia del camino sobre la barranca queda bien ilustrada con un informe de 1781 que indica la existencia del camino del Alto bien definido:“dirigido sobre la mismísima barranca no sólo para facilitar la comunicación de unas a otras posesiones sino también para recibir a menos trabajo y costo las cargazones” (Trueba 1986: 61). Pero los caminos internos fueron siempre tema de polémicas como bien lo describió el religioso Sagurola, contando que algunos vecinos para que no traspasaran sus tierras mataban los animales, rompían los carros que lo hacían y que las agresiones eran violentas y constantes por la destrucción de sembradíos que provocaban los intrusos (Dellepiane 1980, Kropfl 2005).
Acerca del uso y concepción del paisaje que primaba en la época de la construcción de la casa tenemos el texto de un documento de 1780 que lo describía a su modo: “allí tienen su frente las suertes de chacras de aquel partido con el objeto sin duda de disfrutar del saludable temperamento de los aires húmedos del río, junto con el recreo de la vista, y de la comodidad de tener a la mano cuanta agua es menester así para el uso de la gente y ganados de lavor, como para la fábrica de casas y tapiales” (citado por Trueba 1986:61).
El paisaje como hecho maravilloso y digno de ser tenido en consideracion, culturalizado, tardaría en ser apreciado por sobre la funcionalidad de la cercanía al agua. Respecto a las casas ubicadas sobre la barranca misma aunque un poco más al norte aun Mariquita Sánchez escribía en 1861 respecto a la que fuera suya que “las barrancas son muy estimadas, no se encuentra un pedacito que no esté cultivado”. Sería la Generación de 1880 (el Positivismo en realidad heredaba a la Ilustración tardía) la que le cambiaría el valor a la manera de apreciar de lo natural, que transformaría lo que era considerado como algo natural al trabajo humano, en un objeto de contemplación y deleite, los campos de siempre pasarían a ser vistos como hechos dignos de ser observados, discutidos, de que sean considerados frutos de la belleza: “siempre ha sido San Isidro el paraje predilecto de las familias respetables del país, para pasar los rigores del estío, por su aire fresco y sano (…) por los preciosos panoramas que doquiera se presentan a la vista del visitante, y por el atractivo de sus saludables baños en el gran río” (Ortega 1887).
Lo que nunca se nos mostró en la documentación era la existencia de caminos que bajaran la barranca. Existen hay imágenes del uso de ese espacio desnivelado, desde cuadros como los de Emeric Vidal hacia 1816 (González Garaño 1931), a fotos del final del siglo XIX en torno al uso de esas tierras realengas y de gente subiendo y bajando. Finalmente ahí estaba el agua y la pesca. Pero por prurito legal o por inexistencia material no figuraban en los mapas caminos de ningún tipo hasta muy entrado el siglo XIX. Resultaba además lógico que no estuvieran dibujados ya que la presencia de un camino es indicativo de uso y propiedad. Y eso fue lo que se ubicó unos cien años después en la excavación realizada por este equipo: un camino que de Este a Oeste baja la barranca hacia el río, es decir desde el camino de la Costa hacia el camino del Alto, ya que no viene exactamente desde la casa original pero bajaba a la orilla descendiendo la barranca y con excelente manufactura de construcción ya que está hecho con fragmentos de ladrillos bien utilizados. Debió haber muchos otros pero este es al menos el primero que conocemos.
La Casa Oks en Martínez
Para muchos habitantes de la ciudad y el conurbano la casa Oks y su jardín son hitos indiscutibles del patrimonio cultural, reconocido desde la década de 1940 en el sitio que fue declarado Monumento Histórico Nacional por la belleza de un jardín excelente, por la arquitectura conservada por un particular sin intervención alguna del Estado y básicamente por su gigantesco mirador para controlar el Río de la Plata. La barranca al río, ubicada en una saliente de la costa que está demarcada en todos los planos desde el siglo XVIII, es un lugar estratégico y no resulta casual la ubicación de la torre de observación que aun existe en el sitio y que seguramente es obra de mediados del siglo XIX, si no un poco anterior. La estructura del conjunto parece haber quedado congelada hacia los inicios de ese siglo y no se observan loteos o cambios en la superficie del lugar ni grandes alteraciones salvo el natatorio circular el que, según el propietario, fuera construido sobre lo que fue un abrevadero para caballos preexistente en el sitio. Es evidente por la dimensión de los árboles, su distribución espacial, la forma de la barranca y la ubicación de las construcciones que nada ha alterado el lugar. Quien se asombre ante la belleza y el valor de la casa de Pueyrredón en San Isidro o la de Mariquita Sánchez o las de los Beccar Varela allí mismo, no puede dejar de aceptar que ésta es posiblemente superior en muchos aspectos, en especial por lo poco transformada. Hoy en día el sólo entrar es ya una especie de extraño milagro, más aun el excavar dentro.
Las etapas de trabajo arqueológico que pudieron concretarse fueron, primero las de recorrido de superficie, mapeo, determinación de la ubicación de especies vegetales y su posible antigüedad y ubicación de áreas de excavación, para concretar el trabajo en dos superficies de entre cuatro y seis metros cuadrados cuya ubicación luego se describe en detalle.
De quién era la casa y cuándo se construyó exactamente resulta un tema enigmático y confuso en la historia local y con razón. Desde siempre se la ha atribuido como propiedad inicial de Braulio Costa, hecha en el sitio en que funcionara una posta en el siglo XVIII, pero como veremos él tuvo que abandonar todo y huir a Montevideo, por lo que la propiedad se confundió en su descendencia con la conocida y cercana –y similar por cierto- quinta de los Pueyrredón en San Isidro, ya que ambas coincidieron en que los dueños fueron sus sucesores inmediatos, ya que Costa se casó con una muy joven sobrina de Don Martín de Pueyrredón.
Braulio Costa (1794-1855) era un hombre dedicado a las finanzas sobre el que se ha escrito hasta el cansancio, amigo de Rivadavia y socio en algunos de sus emprendimientos económicos por sus contactos con Inglaterra y la banca internacional. El caso de las minas de Famatina fue el detonante de sus conflictos ya que por un lado Costa era ministro de la provincia y le dio la explotación de las mismas a una empresa, por el otro estaba la autorización de Rivadavia para que el acuñamiento de moneda pasara a la Nación y por ende pudiera privatizarse, lo que dejó a Costa en el medio de intereses contrapuestos de terceros e incluso los suyos, lo que generó la guerra de Facundo Quiroga con Buenos Aires traducida políticamente en Unitarios y Federales (Romero 1983). Costa finalmente, tras mil y un conflictos más, generó un negocio que lo enfrentó al ministro Manuel José García por lo que tuvo que exilarse acusado de ser un simple estafador en 1834. Tras fugarse a Montevideo de las manos de los que lo capturaron; con los años fue aliado a los Unitarios primero y luego de los Federales, fue el blanco de todos los insultos e historias de antipatria –si existe esa palabra- que pudo generar la historiografía de inicios del siglo XX y el Revisionismo (Cutolo 1968,1985). Su familia tuvo a su vez una gran estancia en Campana que, en los escritos de él y de sus familiares se confunde constantemente con su casa y la de su esposa, temas que esperan que un historiador en la materia lo resuelva. De todas formas ambas construcciones, esta que era llamada Quinta El Cortijo y la de los Pueyrredón son muy similares entre sí y contemporáneas.
Extraño para la historia es lo que sucedió con un sector de este conjunto, el mirador, una enorme construcción de cuatro pisos que permitía otear el horizonte en el río gracias a su posición y, en días claros, hasta el Uruguay. Es única en la arquitectura de su tiempo y en el país. Suponemos que es contemporánea a la casa o ligeramente posterior y fechable hacia el año 1800. En 1947 la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos vivía un proceso complejo por la llegada del peronismo al poder y la brusca intervención del organismo que llevó a retirar a todos sus miembros. En su lugar fue designado el luego famoso Coronel Imbert que manejó las cosas de manera despótica y abriendo la puerta a negociados y entuertos. No era que la historia del organismo fuese magnífica pero representaba la vieja tradición nacionalista de la conservación patrimonial y eso hacía. Esto en cambio era totalmente diferente. Fue este caso, el de El Cortijo, el que más revuelo produjo en la época. Había sido declarada Monumento un año antes (Schávelzon 2008); la casa era propiedad del señor Roberto Fraser quien le envió a Imbert una simple carta al enterarse de esa declaratoria diciendo que él consideraba que la casa no era colonial y que esa consideración le afectaba sus intereses económicos ya que quería demolerla. La Comisión en lugar de aferrarse a la declataratoria existente y los estudios ya hechos al efecto procedió de inmediato a mandar la nota a la Academia de Bellas Artes, ya que la declaratoria original había sido avalada por Martín Noel, miembro prominente de esa institución. Aquella vez contestó José Soto Acebal y no Noel, diciendo que la casa sí era colonial incluso acalrando que era “uno de los ejemplos más puros de dicho estilo” y destacando que era de gran valor. Luego le pidieron antecedentes a la Municipalidad de San Isidro de donde le contestaron que no tenían información ni sobre Braulio Costa ni sobre la casa –ni sobre nada histórico por cierto-, y luego consultaron en la Dirección Nacional de Arquitectura a Carlos Onetto, quien había estado en el trámite y estudios anteriores. El informó que si bien la casa no era “estrictamente” del período colonial gran parte era un excelente ejemplo del inicio del siglo XIX y “de singular belleza”, aclarando además que “velar por su conservación será siempre una encomiable obra de cultura” (Schávelzon 2008).
Todos estos trámites, cuyo resultado era positivo para la torre, salvo la imbecilidad del Municipio se iniciaron en los finales de marzo, pero a inicios de julio ya se habían tomado decisiones, lo que resultaba inédito para ese organismo nunca caracterizado por su velocidad. Imbert aceptó el pedido de Fraser en contrario a lo indicado por los peritajes y le mandó una solicitud al ministro para dar de baja la casa fundado en que del informe de la municipalidad “no se desprende” que la casa haya sido ni de los Pueyrredón ni de Costa -lo que era cierto ya que le contestaron que no sabían de quien era o fue-; que de la Academia le decían que no era realmente colonial (lo que al parecer era lo único de valor para el coronel) por lo que se entendía que no tenía valor alguno; y que Onetto también había aseverado que no era colonial al decir que que era pos-colonial. No hizo referencias a lo que decían sobre su valor, significado, antigüedad, perfecto estado y necesidad de seguirla preservando; simplemente pidió la desafectación del monumento al día siguiente de enviado el oficio2. Si esto no era corrupción era favoritismo o amiguismo, nadie podía ser tan tonto y menos por quien llegó a manejar el monopolio de los medios de comunicación como Ministro del gobierno de Juan Domingo Perón poco más tarde. Demás está decir que el tal Fraser nunca la demolió, ni la casa ni el mirador los que siguen allí en perfecto estado, preservados y cuidados, incluso alojando en el momento en que trabajamos allí una impactante colección privada de arte que al parecer ya se dispersó.
La Casa Oks es una construcción que se remonta, por su arquitectura, a finales del siglo XVIII como dijimos, cosa ya extraña en la ciudad en que los procesos de alteración han sido de extrema brusquedad y casi nada queda de esa época. La barranca hacia el río parece coincidir con la antigua casi sin cambios, siendo todo el resto un jardín desde la parte inferior de la barranca hasta la superior en una superficie muy amplia donde se conserva la vegetación arbórea al menos desde hace un siglo. Hay construcciones anexas a la casa principal que se remontan hasta la mitad del siglo XIX y también están en excelente estado, aunque hay otras modernas. Todo esto determinaba una zona poco alterada y de enormes potencialidad para el trabajo arqueológico. Los elementos que en el recorrido superficial llamaron la atención como alteraciones del paisaje antiguo fueron, en primer lugar un pequeño lago con puente que parecería haber sido una laguneta antigua que fuese decorada para su uso paisajístico en el siglo XX. El segundo elemento era un posible camino o al menos una superficie de metro y medio de ancho más plana, que corría de norte a sur a mitad de la altura de la barranca, el tercero fue el rincón en que se hizo la excavación principal, sobre la medianera norte y en la base de la barranca donde se veían ladrillos sueltos amontonados, algunos fragmentos de objetos del siglo XIX, escombro y vegetación muy crecida.
Excavaciones en el Sector 1
Este sector excavado midió en total 2.50 metros de lado y fue ubicada en el extremo noreste del terreno donde se observaba alteraciones y una gran acumulación de escombro. El lugar, no sabemos desde cuando, se había transformado en la bajada de agua del terreno por la existencia de una medianera de material que impedía el escurrimiento hacia el vecino ubicado al norte. Esta obra parece muy reciente e inundaba el terreno en la base con las lluvias lo que a su vez fue aprovechado para hacer una canaleta para sacar agua fuera del terreno, hacia la calle. Estas eran las alteraciones que se veían a simple vista. Y justamente por eso fue complejo de excavar ya que hubiese sido necesario hacer correr el agua por otro sitio y dejar secar por largo tiempo para obtener más detalles.
La excavación permitió encontrar en el primer nivel bajo el escombro, a sólo cinco centímetros de profundidad, una serie de grandes bloques de mármol italiano de Carrara con los bordes tallados a mano, es decir el sistema de percusión para terminar los escalones o zócalos típicos del siglo XIX. Inmediatamente por debajo de ellos, los que habían sido colocados con un propósito inexplicable y desde unos seis cm de profundidad, comenzó a hacerse visible un nivel de fragmentos de ladrillos muy bien apisonados que mantenían el nivel descendente del terreno. Tal apisonado fue interpretado como un camino ya que el ancho (un metro) y su forma lo hacía evidente como bajada de la barranca, más aun por estar ubicado a un lado de la medianera que sabemos que es una división antigua, ya que figura en los planos desde finales del siglo XIX. Con la medianera construida el agua aprovechó la mayor facilidad para escurrirse y descender arrastrando tierra sobre la que creció pasto y tapó toda evidencia del antiguo camino. Los bordes del camino estaban terminados con todo cuidado con fragmentos más grandes puestos en forma longitudinal, lo que indica que no se trata de una obra simple si no de un emprendimiento meditado aprovechando fragmentos de ladrillos pero colocándolos con lógica. Si esto coincide o no con una de las etapas de construcción de la casa, es otro problema. En el lado Norte había un murete protector de ladrillos antes de llegar al cimiento de la pared medianera, lo que indica que cuando se hizo esa pared se tomó en cuenta la presencia de ese camino seguramente aun visible. Pero el propietario en el año 2003 desconocía su existencia lo que le da una antigüedad mínima de medio siglo. En el extremo Este la estructura terminaba abruptamente tal como muestra la foto, es decir que el camino fue roto para hacer el canal de desagüe al final de la barranca, seguramente en épocas recientes y sin saber de qué se trataba lo que había en el lugar.
En la tierra que lo cubría y en la superficie que quedó descubierta donde el camino estaba destruido, en las cuadrículas 2 y 4, se hallaron algunos objetos, entre ellos fragmentos de baldosas francesas, pizarra, tejas españolas y francesas, fragmentos de macetas y una laja de piedra de 3.5 cm de espesor, es decir materiales de construcción que bien pueden ser parte de la historia de las edificaciones de la parte superior de la barranca durante el siglo XIX, arrastrados por el agua o simplemente descartados.
Excavaciones en el Sector 2
Esta área de excavación fue trazada en la zona central de la barranca en coincidencia con un ligero desnivel que parecía indicar la presencia de un antiguo camino de norte a sur, paralelo a la actual calle Solís y que por ende podría ser parte del discutido camino del Bajo, aunque sin llegar a estar realmente ni en la base ni en la parte superior de la barranca.
Existieron en este sector dificultades para ser excavado con el grado de detalle necesario dado que los diez días anteriores de lluvias había hecho que la barranca escurriera agua en grandes cantidades, por lo que al excavar se inundaba constantemente. Se procedió a hacer un único nivel de 20 cm hasta la tosca estéril, en donde se hallaron diversos objetos cotidianos que parecen indicar la presencia de la costumbre en la zona de arrojar la basura a la barranca, cuando ésta no era motivo de apreciación como paisaje.
Se hallaron fragmentos de vidrio negro de botella de vino inglés, de dos botellas de vino francés, de ginebra holandesa, un fragmento de porcelana europea, uno de loza Creamware, un clavo de bronce de perfil cuadrado pero de cabeza redondeada con marcas de producción industrial sencilla y un frasco de vidrio de tocador. El conjunto indica una cronología que se remonta a los inicios del siglo XIX (hacia 1800) coincidente con la fecha propuesta para las construcciones en el sitio y continúa en el tiempo hasta cerca de 1950 con el frasquito de tocador.
Los huesos de animal recuperados en el sitio permitieron identificar la presencia de Bos Taurus: cabeza de fémur desoldada, epífisis proximal del cúbito izquierdo, fragmento de la primera falange y, carpiano; mamífero grande, tres fragmentos de vértebras; Mamífero grande, fragmento medial de costilla; mamífero indeterminado, cinco fragmentos muy reducidos y no identificables. Todos los restos pertenecen a un animal adulto y si los de mamífero grande son de Bos Taurus como parecería, tenemos en el sitio trece fragmentos de un mismo vacuno, o al menos con un número mínimo de ese índice (una discusión sobre este tipo de alimentación en la zona, véase Silveira 2001).
En forma de primera conclusión creemos que lo detectado en ese sector no debió ser un camino, al menos algo establecido y usado habitualmente. Y eso por dos motivos, porque no era realmente plano, sino que tenía una inclinación de cerca de 20 grados siguiendo la barranca. Si bien esto puede ser un fenómeno posterior generado por un desgaste irregular al quedar fuera de uso por la división en lotes, resulta peculiar que sobre un camino en uso hubiese sido arrojada tanta basura incluyendo hueso vacuno, y no en sus costados como parecería natural. Si a eso le sumamos la ubicación cruzando horizontal en medio de la barranca y las dificultades para caminar en un plano inclinado más pudiendo hacerlo cómodamente a pocos metros la hipótesis original se torna compleja de sostener. Finalmente no existe documentación gráfica o documental que hable de esta posibilidad, mientras que las otras son reconocidas.
Conclusiones
El trabajo fue poco habitual ya que el tema de los caminos no ha sido una preocupación presente en la arqueología histórica. Todos los datos precisos que tenemos provienen de fuentes cartográficas del siglo XIX, porque cuando son documentales es difusa su ubicación sobre o bajo la barranca. De allí el considerar que el hallazgo de un camino que, contra la legislación vigente pero siendo obvio a las necesidades, bajaba la barranca cortando perpendicularmente ambos recorridos descritos, llamara nuestra atención. Es posible que haya muchos otros en la zona que no son visibles ya en que el proceso de apropiación privada de la barranca se ha concretado desde hace un siglo
Tenemos que destacar que hubiese sido interesante excavar mayor superficie del stio, pero los problemas externos al proyecto: el permiso exiguo y la gran cantidad de agua presente en la tierra, lo hicieron imposible. Pese a eso los resultados son concretos: se determinó la presencia de un camino desconocido hecho con calidad, no una huella en la tierra, hecho de ladrillo compactado sobre tosca, bien trazado y que baja de la barranca a un lado de lo que después fue la división del terreno con el vecino. Tentativamente podemos fechar ese camino en la segunda mitad del siglo XIX y en debió estar uso durante un siglo.
La costumbre de arrojar la basura al río desde la barranca para haber sido habitual en toda época. Es decir tanto en tiempos en que no era considera un paisaje, como en el sentido alterno que le diera el paisajismo europeo, que a partir de la Ilustración comenzó a imaginarlos y representarlos como hechos culturales dignos de apreciación, pero que recién el Romanticismo (ya citamos a la Generación de 1880) establecería de manera habitual en nuestro territorio. Ejemplo de eso es la gran torre hecha para mirar el río y sus posibles enemigos y no para apreciar la belleza natural como ejemplo de la primera época; y la barranca arbolada y diseñada como esparcimiento de la casona como la nueva forma de usar el entorno. La vista al río no era buscada en tiempos coloniales más que para aspectos funcionales, luego lo sería para darle una mirada estética al trasformar el paisaje el objeto de culto. En la zona norte de la ciudad Buenos Aires precisamente esta zona Martínez y San Isidro- fueron las primeras en vivir este fenómeno cultural.
Agradecimientos
Queremos dejar constancia del permiso del Ingeniro Oks para hacer estos estudios y la colaboración de Carlos Chiappe en todos los trabajos. Las excavaciones fueron hechas en el mes de junio de 2003. El Archivo Histórico de San Isidro nos brindó las facilidades para hacer los estudios y reproducir sus fotografías.
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Archivos utilizados
- Archivo Histórico de San Isidro.
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Referencias
1 Los otros objetivos iniciales eran: explicar los procesos de uso de la barranca y ubicar el antiguo camino sobre ella, conocer los cambios de la casa a lo largo de la historia y determinar la existencia de una pulpería del siglo XVIII.
2 La desafectación fue por Decreto 27.125 del 10-9-1948, firmado por Perón.