«La costa original de la ciudad: informe sobre el terreno de Paseo Colón 1138-1150»
Mientras se hacían excavaciones intensivas en la antigua casa de San Juan 338, en el mes de agosto de 2000, aprovechamos para visitar sistemáticamente, junto a un grupo de pasantes del Centro de Arqueología Urbana, el gran terreno cercano, en ese momento en obra, ubicado en la avenida Paseo Colón esquina con Humberto Primo (esquina sureste), numerado con el 1138-1150. Se trataba de un intrigante y enorme espacio de más de un cuarto de manzana, que al exterior se veía como totalmente demolido y que ostentaba un cartel de que había sido entregado por el Gobierno de la Ciudad para la construcción del Cuartel de Bomberos Voluntarios de San Telmo, obra que en ese momento había sido ya iniciada y luego paralizada. Era una buena oportunidad para que se nos franqueara la entrada sin problemas lo que a veces en la zona es muy complejo de lograr 1.
Desde el acceso mismo al sitio todo fue una experiencia inusitada para cualquier interesado en la historia urbana de Buenos Aires ya que nada hacía suponer lo que allí encontramos, lamentablemente en pleno proceso de destrucción: un relicto de la costa original de la ciudad. Un sector de costa tal como estaba antes de la construcción del Puerto Madero y el relleno de esos terrenos hacia 1895. La ciudad no posee actualmente ni un solo metro de su costa original y dado que en ese sitio hubo construcciones hasta fecha reciente, nadie podía haber imaginado esta situación. Es más, pese al estudio que hemos hecho tampoco logramos explicar totalmente este extraño hecho. Tuvimos la suerte de poder tomar fotografías y hacer un pequeño estudio arqueológico de superficie y rescate, lo que si bien no es suficiente al menos permitió comprender en algo el proceso de transformación y uso vivido por el lugar.
Lo que se alcanzó a observar es un terreno totalmente removido que, en su parte lindera con la medianera paralela a Madero, estaba casi cinco metros debajo del nivel de la calle. Es decir, era la antigua bajada al río y a las toscas; la acumulación de agua de lluvia había hecho crecer flora local y desde allí nacían grandes árboles cuyas copas salían por encima de las fachadas a la calle Humberto Primo, es decir que debían tener al menos ocho o más metros de alto. Quien pasara por la calle y viera los árboles sobresalir por encima de la pared podría haber creído que eran mas bajos y nacían desde un nivel interior similar al de la calle, pero no era así tal como muestran las fotos. Por cierto no se trataba de la barranca principal, que aquí comienza en la calle Balcarce y, rellenada parcialmente en el siglo XIX, desciende lentamente hasta Paseo Colón. Era el borde mismo del agua antes de llegar al «verde» tal como se lo denominaba antiguamente (por el verdín que crecía sobre las toscas), donde las lavanderas lavaban la ropa y donde los pobladores se bañaban al caer la noche. Era por donde circulaban las carretas para no quedarse empantanadas en la bajada de la calle Chile donde salía el Tercero del Sur. Era un auténtico fósil congelado en el tiempo en un sitio insospechado e invisible.
La historia del terreno que hemos logrado reconstruir, está ligada a la construcción del Puerto Madero y los rellenos hechos en esa zona de la ciudad entre 1885 y la década de 1910, ya que como veremos se demoró mucho en completarse ese trabajo, y por lo visto al menos en un terreno no se lo hizo en forma total. Aún el plano del Departamento de Obras Públicas de 1916 muestra esta manzana sin completarse su venta.
La manzana, por lo ya dicho, está directamente sobre lo que fuera el agua del río, o al menos sobre las toscas de la orilla y si bien fue diseñada desde el primer momento como manzana a lotear, los planos de la Inspección General de Obras Hidráulicas, responsable de esa tarea, solamente definió el loteo desde Plaza de Mayo hasta la antigua calle Comercio, actual Humberto Primo, hacia 1900. Es decir que nuestra manzana quedó por muchos años fuera de uso. Así la muestran los planos desde 1892 en que se aceptó la división en manzanas tal como está actualmente, y en 1897 en que la situación seguía igual según otro plano de fraccionamiento que hemos logrado constatar. Lo interesante es que los loteos en ese momento eran en el aire, ya que los terrenos en sí mismos no existían: eran agujeros a rellenar que sólo tenían los perímetros demarcados. Al irse comprando se echaba escombro y tierra y luego se construía, y así lo muestran numerosos fotografías como las tan conocidos tomadas por la Sociedad Fotográfica Argentina de Aficionados desde el techo del Anexo de Aduanas a un lado de la Casa de Gobierno. En las vistas se puede apreciar como se rellenó para hacer la Avenida de Colón, actual Paseo Colón, pero en la foto se ve claro que los terrenos están aun bajo nivel varios metros, incluso algunos con contrafuertes para evitar que se les derrumbe el muro a la calle. Es nuestra hipótesis que este terreno quedó en esas condiciones, de relleno parcial, hasta la actualidad.
Otro elemento a tomar en consideración es el que por ahí pasaba el Viaducto a Ensenada, es decir la vía del tren que salía de la estación tras la Casa de Gobierno hacia el sur y que recorría buena parte en un puente tipo Eiffel, único por cierto en el país en esa época. El trazado, que fue levantado para este proyecto de rellenado del puerto, pasaba a diez metros de la línea municipal sobre Paseo Colón según los planos de la Inspección General de Obras Hidráulicas, y dada la escala de esos planos no es posible que en el dibujo haya errores de más del 10 % y ni siquiera eso. Por lo tanto, dado el ensanche de Paseo Colón, el tramo del viaducto está hoy básicamente bajo la avenida misma, por lo que si bien pudo haber afectado de alguna manera este terreno, no es un espacio vacío dejado para esa vía en altura como suspusieron en un primer momento algunos amigos al pesentarle el tema.
La lotificación de esa manzana, crucial en esto, y su relación con los edificios existentes, ha sido un tema poco sencillo de dilucidar, ya que la manzana fue recortada casi en 22 metros de ancho (para el Catastro Municipal es a manzana C.12, S.4, M.49), y aún en 1945 no se había completado la modificación por el ensanche. El terreno actual es en realidad resultado de la unificación de cuatro lotes alterados por el cambio en la avenida: lo denominaremos Inchauspe (H. Primo 180 a 184 y con salida a Paseo Colón 1150 y 1170; Ambrosini-Mohr sobre H. Primo 188 a 192 y cuando era de Ambrosini tenía entrada también por Paseo Colón 1130 a 1138, la esquina que denominamos Bovel-Etcheto con la entrada principal en la esquina misma.
El ensanche de la avenida borró lentamente los terrenos de la esquina (Bovel), la parte en L de su vecino Ambrosini y la parte oeste de la fábrica Inchauspe. Por lo tanto el sitio actual ocupa lo que en origen fue la parte norte de Ambrosini-Mohr y la fábrica ya citada en su mayor parte.
El terreno más importante para este estudio es el de Pompeo Ambrosini cuya obra al menos existía en 1904. El sitio tenía forma de L con entrada por ambas calles; la construcción tenía dos pisos de tal forma que el constructor aprovechó la planta baja para hacer del lado de la avenida un local comercial con casa arriba, y del otro lado una vivienda importante en planta baja que suponemos del propietario y otra menor encima. En resumen: tres casas y un negocio. Pero lo que resulta muy interesante es que todo el terreno tenía un enorme, descomunal sótano con tenía pilares cuadrados en el centro para sostener lo construido encima, y al menos dos pozos ciegos y una escalera secundaria para subir a la casa de la planta baja, la que supusimos como del dueño del local comercial.
Es evidente que este conjunto cambió de dueño y esto debe sumarse al proceso de expropiación para la ampliación de la avenida. Con el corte de la pata oeste de la L de ese terreno quedó únicamente el lado que tenía entrada sobre Humberto Primo, el que ya describimos como teniendo sótano y dos pisos.
El terreno cambió de manos al señor Pedro Ambrosini durante la década de 1920 a 1930; pero tenemos nuevos datos referidos a cambios físicos sólo cuando duera ocupado por la fábrica de dulce de leche de la señora Heidi Sara Mohr. En ese momento se hizo algunos cambios en la construcción entre ellos la instalación de varias cámaras hechas de hormigón, en la década de 1940, para adaptarlo a la nueva fábrica. Lo interesante de este cambio es que el sótano desaparece en los planos. Y esto es aún más raro ya que le construyen varios cilindros de hormigón para procesar la leche que bajan varios metros al subsuelo al igual que otras estructuras anexas y nada habla del sótano. Por cierto el plano de la casa en planta baja y primer piso se mantiene casi sin cambios. Nos preguntamos ¿pudo todo eso haberse rellenado hasta borrarlo? Las dos escaleras que descendían, una desde el patio posterior, y la otra desde el sector demolido, habían desaparecido. ¿Pudo en ese momento -es decir al demolerse la parte hacia el oeste- haberse tapiado todo a tal grado de que se olvidaran de su existencia?, ¿o pudo no haber sido realmente un «sótano», sino un espacio vacío en el subsuelo con piso de tierra? Veremos como estas hipótesis resultan muy atractivas. Pero resultaría increíble que el edificio siguiera funcionando tantos años sobre un piso hueco sin que hubiera conciencia de ello, o que se hubieran producido hundimientos y accidentes.
El otro edificio de la cuadra era el hecho para comercio por Pedro Etcheto en 1909, y era el que ocupaba la esquina de Paseo Colón y Humberto Primo, con entradas en la ochava misma y por ambas calles. Este edificio era de planta totalmente libre y en extremo moderno para su tiempo, y sí tenía un enorme sótano como su vecino. Pero en este caso parece ser una arquitectura más importante, incluso en su escalera, los techos de vidrio para iluminar y la dimensión más esbeltas de sus columnas.
Y si seguimos describiendo los edificios de ese sector, la fábrica de Incahuspe, Pelliser y Cía. ocupaba el terreno más amplio de la manzana, y una parte aún se conserva. Tenía forma de L con el lado más amplio sobre Paseo Colón, en donde estaba la casa del propietario (entrada por el 1150) y un portón para carros por el 1170. Atrás había un gran patio cuadrado alrededor del cual estaba la fábrica y oficinas con un piso más para depósito. Del lado de Humberto Primo (entrada por el 180) había un gran galpón metálico de la fábrica con otra entrada de carros comunicada con la entrada del otro lado por un patio abierto que, en forma de L, formaba el fondo de todo el terreno. No había sótanos al menos en los planos.
Tras esta descripción de la estructura física del sector, hoy nos preguntamos cómo fue posible que haya quedado este sitio vacío, de qué manera pudo no haberse rellenado y mantenerse sin tocar para surgir hoy en día. Por cierto que no hay lógica alguna y lamentablemente es demasiado tarde para un estudio detallado. Pero al menos podemos plantear hipótesis a partir de lo observado.
La hipótesis más racional es que el sótano que hiciera Pompeo Ambrosini no fuera tal cosa: él se encontró que el terreno tenía varios metros de desnivel ya que así se lo compraba en su tiempo, es decir sin el relleno, tal como lo hemos visto y decidió hacer una serie de pilares de mampostería en una hilera central y apoyar sobre ellos la planta baja de su negocio y casa; y si bien le hizo dos entradas -una por su propia casa y otra desde el local-, posiblemente nunca utilizó tamaña construcción oscura e insalubre. En realidad era una manera de evitarse el rellenado de todo ese terreno, dándole un uso supuesto -aunque posible-, lo que parece haber sido más común de lo pensado, al menos por lo visto en otras obras similares en la zona. Si esto fue así, el piso de ese sótano eran las toscas del río en su nivel original, y se mantuvieron de esa manera, olvidadas, hasta ahora que se demolió todo y apareció el sótano -el hueco en realidad-, sin tocar. En este caso lo único que no podemos explicar es que no vimos los pilares, o sus restos, en el terreno, aunque bien pudieron haber quedado bajo la tierra que se estaba tirando para el rellenado.
La otra única opción es que algunos de los planos mintiera, lo que tampoco sería la primera vez que lo vemos, y alguna casa tuviera bajo el piso un área sin rellenar nunca declarada, pero esto resultaría relativamente raro; por cierto la fábrica de dulce de leche lo tenía y no figura en sus planos. Queda el tema sin resolver en forma concluyente y el interrogante planteado. Y quedan otros dos aspectos que son la síntesis de todo esto: ¿mienten algunos planos y documentos? No hay duda que al menos tergiversan la verdad, o se olvidan de una parte de ella, cuando es necesario; hasta podría ser una respuesta a nuestro tema. La otra es la necesidad de contrastar la información documental con la de campo; a veces una visita rápida, incluso de último minuto, permite obtener datos si bien no completos, que sirven para abrir interrogantes y nuevas preguntas: revisando los papeles jamás hubiéramos encontrado este interesante fenómeno urbano, único por cierto, y que quizás hubiera sido más digno de ser preservado.
NOTAS
1 Agradezco a Guillermo Paez la búsqueda de los planos históricos. Y al equipo de colaboradores del Centro de Arqueología Urbana por la recolección de material de superficie hecha en el sitio.