«Dictadura y destrucción de la salud: rescate arqueológico del ex ´Instituto Nacional de Nutrición´ (informe preliminar)»
El artículo «Dictadura y destrucción de la salud: rescate arqueológico del ex ´Instituto Nacional de Nutrición´» es un informe preliminar presentado en el Centro de Arqueología Urbana, Buenos Aires, en el año 2006.
Un hallazgo casual en el jardín posterior de un hospital de Buenos Aires llevó a analizar una enorme cantidad de frascos medicinales, objetos de laboratorio y vajilla; su interpretación es que fue destruida y escondida en un acto intencional durante la última dictadura militar. Estos pertenecieron en su mayor parte al Instituto Nacional de la Nutrición que funcionó allí por mucho tiempo. Debió ser parte silenciada de la compleja lucha entre los médicos, psicólogos y especialistas en salud mental con el gobierno, por una visión democrática y social de los problemas de la sociedad. Por motivos que no hemos podido comprender se destruyó un laboratorio, miles de frascos de medicina incluso con su contenido y una cantidad inusitada de vajilla arrojada entera al pozo. En un tiempo en que hubieran podido descartarla como simple basura que diariamente se retira en toda la ciudad, se prefirió proceder a enterrarla y quemarla quizás como hecho simbólico de desaparición, tal como se hacía con los opositores políticos. Se intenta entender la situación y su significado.
Durante el mes abril de 2005 se comenzaron obras para construir un edificio en un terreno usado hasta ese momento como estacionamiento en la parte posterior del gran edificio del Centro de Salud Mental no. 3 ´Arturo Ameghino´, en la avenida Córdoba 3020 de la ciudad de Buenos Aires. El Centro pertenece al Gobierno de la Ciudad y allí se lleva a cabo un fuerte trabajo en el tema de drogadicción, dependencias y otros problemas sociales, con un inusitado movimiento de personas todo el día. Mientras se comenzaba a excavar para la obra, con maquinaria pesada, el personal del Centro observó que el terreno tenía restos de al menos un relleno y que iban quedando expuestos frascos, platos y objetos diversos que llamaron la atención. Gracias a la intermediación del Instituto Histórico recibimos el dato y se pudo organizar un rescate. No existían las posibilidades materiales de un trabajo sistemático, la empresa constructora estaba en plena excavación y al menos la mitad del pozo ya había sido destruido. Pese a esos inconvenientes se decidió igualmente actuar rescatando el material posible, para hacer su estudio y conservación, tratando de interpretar el evento que había llevado a ese extraño entierro masivo de vajillas, botellas, objetos de cocina y de uso hospitalario y frascos de medicinas en su mayor parte enteros y sellados con su contenido. El sitio en que estaba, la cronología que mostraban los objetos a primera vista y las condiciones del descarte eran demasiado tentadoras como para dejarlo de lado por la falta de rigurosidad metodológica.
Por otra parte, la modernidad de los materiales hacía también tentadora la posibilidad de estudiarlos, no por su profundidad cronológica o su asociación a la vida doméstica, sino todo lo contrario, por ser obviamente una destrucción intencional reciente. Y abrir la puerta al pasado de los últimos años es un fuerte desafío a los argentinos, que desde la arqueología –y desde muchos otros campos intelectuales y sociales- han comenzado a revisar su pasado bajo las dictaduras militares, teniendo mucho que decir la arqueología misma (Weissel 2003). El que los militares hayan asumido en esos años la idea de desaparecer a sus enemigos, borrarlos de la existencia, es un desafío cada vez más pesado para quienes trabajamos haciendo visible los eventos ya transcurridos.
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Un poco de historia
El Centro de Salud Mental fue fundado en 1948; tal como indica su propio sitio en Internet, con la “preocupación de dar lugar a lo que por entonces surgía como un campo nuevo en el marco de la salud mental. Este nuevo campo incluía a los (llamados) psicópatas, neuróticos y toxicómanos. Dolencias psicológicas no ubicables en factores orgánicos ni en patologías subsumibles al terreno de la ¨alienación¨. En cuanto a sus objetivos no sólo esta institución se ocuparía de organizar la asistencia, sino promovería la investigación y la formación de profesionales en estas nuevas disciplinas”. Fue cambiando de nombre en tiempo y funcionando en diversos edificios y se llamará Instituto de las Neurosis y luego Instituto de Psicopatología. Hacia 1963 se crearon varios Centros de Salud Mental y servicios de ayuda como alternativa a los hospitales psiquiátricos; algunos de ellos estaban fuertemente influidos por el psicoanálisis, contribuyendo por ello a su expansión en salud mental y renovando la materia. Poco más tarde en la dictadura hubo un narcado impulso para que se regresara a la psiquiatría tradicional representada por la figura del Dr. Ameghino, de ahí el nombre que le pusieron. Su prédica se centraba en establecer consultorios para “la captación de alienados, filtro para depurar la sociedad de elementos perniciosos o como trampolín para hacer saltar a la sala hospitalaria todo elemento que amenace el bienestar de la integridad racial». Esto generó fuertes oposiciones en los especialistas que generaron marcados conflictos en su tiempo.
Pero en ese edificio funcionaron otras dependencias y organismos y ha resultado un dato importante el que gran parte de la vajilla, al igual que otros objetos, tienen el sello del Instituto Nacional de Nutrición, el que estuvo allí por muchos años. Había sido fundado por el Dr. Pedro Escudero (1877-1963) quien inició los estudios sobre alimentación, nutrición y dietas en el país y fue pionero en la materia en América Latina. Publicó varios libros del tema e hizo una labor que hoy resulta impresionante, fue profesor titular de Clínica Médica y se especializó también en diabetes, además de llegar a ser presidente de la Academia Nacional de Medicina. El Instituto Municipal de la Nutrición fue desde el origen un organismo municipal; al ser creado en 1928 pasó a funcionar en este edificio que era del municipio desde 1923 en que se lo había comprado para el Instituto de Sordomudos. En 1938 el Instituto pasó a tener categoría nacional y siguió allí trabajando Escudero hasta 1946 en la cátedra de Alimentos, además de llevar adelante la dirección. En el año 1945 el edificio tuvo una fuerte remodelación y en 1969 se instaló allí el Instituto de Salud Mental; más tarde todo regresó a la Municipalidad en 1978.
El edificio del Sanatorio Modelo
En el año 1909 el médico y emprendedor empresario Francesco Fernando Garzia, napolitano recibido de médico en 1887, construyó este Sanatorio Modelo para utilizarlo como un sitio innovador en la medicina privada de la ciudad; contaba con sala de operaciones, laboratorio, obstetricia y, como era la moda, solario y amplios jardines. Funcionó hasta 1923 en que pasó a la Municipalidad de la ciudad para darle un uso acorde al original como hemos dicho. Tenía una fachada monumental que aun ostenta las letras SM, y sus interiores, si bien sobrios, estaban decorados y con un gran despliegue de la tecnología de la época.
Hipótesis de investigación
Dadas las condiciones de rescate, es decir de recuperar en tiempos mínimos la mayor parte del material visible, sin excavación ni control estricto, sabiendo que se trata tan solo de una parte del total, se establecieron las siguientes hipótesis de trabajo:
- ¿era posible explicar y fechar el evento que se estaba observando?
- ¿era posible establecer las características de la vajilla descartada?
- ¿se descartó también un laboratorio?
- ¿porqué no se arrojó todo esto a la basura normal y en cambio se la enterró, lo que resulta insólito para el momento en que se hizo?
Y estas preguntas nos llevaban a otra: ¿cuál es la relación entre una ciudad que tiene problemas de nutrición y crea un Instituto con ese objetivo, con el hecho de que la vajilla para ser usada en él se mandara a fabricar en Inglaterra, con el logotipo incluido, y luego se la descartara masivamente al igual que las medicinas y laboratorio?
Los objetos hallados en el pozo de descarte
Platos Ridgway
Esta vajilla, de altísima calidad, encuadrada tipológicamente en lo que llamamos porcelana de baja cocción, símil porcelana o Ironstone (Schávelzon 2000), es una loza de alta calidad y grano fino, muy brillante, pesada, para usos de esta naturaleza. Tiene en la parte superior un anillo delgado color marrón con la inscripción INN y por la parte de atrás una marca que dice Ridgway Shelton England, al centro Estd 1792 y abajo la inscripción “Distribuidores Dieguez & Bergna, Buenos Aires”. La marca corresponde a la fábrica Bedford Works ubicada en Shelton, Hanley. Esta industria, típica de las establecidas en la zona de Sttafordshire funcionó como Ridgway desde 1879, con varios sellos y marcas en sus vajillas. La marca que tenemos en estos platos, todos con la misma pese a la variación que tenía la fábrica -lo que es indicador de una única compra-, inició su uso en 1932 y casi dejó de usarse en 1952, aunque no hay certeza de que no hayan partidas posteriores (Godden 1989, marca 3323, pag. 539). En total se recuperaron 1282 fragmentos que pesaron 69.70 kilos.
Platos playos: el peso promedio de cada uno es de 750 gramos. Se encontraron un total de 832 fragmentos que pesan 49.82 kilos, lo que corresponde a 66.5 platos, con un promedio de 12,57 fragmentos por plato. Esta cifra resulta interesante ya que en otro caso en que se encontró un descarte similar, es decir platos de loza –aunque más antiguos, fechado el evento para 1810-, que fueron arrojados enteros en un pozo en la localidad de Alta Gracia, Córdoba, el promedio por unidad fue de 16,5 fragmentos (Schávelzon 1999). La diferencia puede deberse a que la vajilla de Alta Gracia fue arrojada a un pozo muy profundo (casi seis metros) con paredes y piso recubiertos de piedra y a que la loza es más blanda y frágil que la porcelana.
Platos hondos: el peso promedio de cada uno es de 770 gramos. Se encontraron 416 fragmentos que pesan 19.98 kilos lo que corresponde a 26 platos con un promedio de16.18 fragmentos por plato. Esta cifra coincide casi exactamente con la de Alta Gracia antes citada.
Asimismo hubo 34 fragmentos pequeños que no pudieron ser atribuidos a ninguna de las dos categorías con un peso de 550 gramos, lo que corresponde a menos de un plato. Esto nos permite suponer que lo recuperado de esta marca es de casi exactamente 84 platos.
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Lozas amarillentas
Se trata de un conjunto heterogéneo de lozas que tienen en común el color amarillento tradicional a lo hecho con posterioridad a la década de 1930 en Inglaterra (no confundir con las Creamware), aunque en este caso son más modernas y de producción local. Pocas tienen marcas y la más destacada es Boulogne, usada desde la década de 1950. En este conjunto hay platos hondos y playos, platos de postre, platos para tazas, y tazas de dos tamaños, para café y te. Por su pasta mas blanda y ser delgadas, la rotura es mucho mayor, por lo que ha sido muy compleja su separación por la función atribuida al fragmento, ya que son más los no identificables que los sí, por lo que consideramos al grupo con mayor versatilidad que en las de marca Ridgway anteriores.
En primer lugar hay 598 fragmentos de platos grandes (hondos y playos; aunque deben haber partes de tazas y platos de postre) que pesan 7.43 kilos, si calculamos un promedio de 540 gramos por cada plato tenemos un promedio de 13.75 platos.
Otro conjunto ha sido el de platos marca Ibis con 151 fragmentos de platos hondos y playos, que pesaron 6.60 kilos, con un promedio por plato de 600 gr. nos da 10 platos. El conjunto de tazas y platos chicos con relieve como decoración externa ha sido de 58 fragmentos que pesan 1.32 kilos, que en base a un promedio de 350 gr. cada uno corresponden a menos de cuatro objetos, es decir dos juegos de plato-taza. También pudo separarse de esta loza los platos chicos y de postre que son 70 fragmentos con un promedio de peso de 180 gr. y un peso total de 1.42 kilos, lo que identifica a 7.8 platos. Entre los varios se incluyen 96 fragmentos que pesan 1.23 kilos, lo que debe corresponder a 2.05 objetos promedio.
Esta loza amarillenta representa un total de 973 fragmentos que pesan 18.02 kilos, que da un promedio general de 35 objetos rotos en 27.8 fragmentos cada uno, lo que sin duda es un índice de fragmentación mucho más alto –casi el doble- que el de la vajilla Ridgway. Si bien puede haber muchas explicaciones para esto, a simple vista es una loza muy delgada, frágil, de pasta poco compacta y grano más grueso, por lo que su fragilidad a la rotura es mayor.
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Lozas blancas
En este conjunto, también variado, hay lozas y semi-porcelana, platos de todo tipo y tazas de todo tipo aunque éstas son pocas. Las marcas son variadas habiendo inglesas y locales. Los platos de marca J. & G. Meakin Ltd. son de la fábrica Eagle Pottery & Eastwood Works, en Hanley, establecida en 1851 hasta la actualidad. La marca del sol fue registrada en 1912 (Godden 1989, marca 2605), aunque el tono amarillento de las lozas se hizo común con posterioridad cuando se intentó imitar las antiguas lozas Creamware en un revival producido en Inglaterra hacia 1930. Las lozas con la marca de John Maddock & Sons son de la fábrica ubicada en Burslem en 1852, heredera de la de igual nombre que lo precedió; la loza encontrada tiene una marca usada con posterioridad a 1955 (Godden 1989, marca 2473). Otra marca importada es la de Wood & Sons, de Burslem y la hallada corresponde a después de 1930 (Godden 1989, marca 4289), debe notarse el error de la impresión que dice “oentenario” en español, posible error de ortografía para una vajilla para exportar a América Latina. Por cierto desconocemos de que centenario se trata, pero si es el de la fábrica, ésta comenzó a funcionar en 1865, lo que nos ubicaría en 1965.
Algunas de las marcas de lozas y semi-porcelana halladas.
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El resto es de marcas argentinas: Arabia Suomi Finlandia, Oltolini, Porcelana Americana, Boulogne (de Rosario, Santa Fe), y al menos otras dos nacionales cuyos sellos no son legibles y una chilena denominada Penco. Por lo observado en otras excavaciones son todas lozas fabricadas a partir de la instalación de esta industria en el país en la década de 1950 aunque por cierto su inicio podría llegar a ser ligeramente más antiguo, quizás hasta una década (Schávelzon 2000).
Hay tres grupos que pudimos separar, las tazas grandes de café con leche, con 40 fragmentos y un peso total de 3.50 kilos, que en base a un peso promedio de 400 gramos nos dio un total de casi nueve tazas; cuatro de estas tienen la inscripción “Instituto Nacional de Nutrición” y destacamos la falta de relación cuantitativa y de marca con los platos de igual estampado; son todas de la marca local Oltolini.
El otro conjunto es el de las tazas y platos de café y te de las que hubo 173 fragmentos que con un peso promedio de 350 gr. y un total de 7.90 kilos, lo que da 22.57 objetos.
El total de lozas blancas ha sido de 763 fragmentos que pesan 23.10 kilos con un promedio de 60.5 objetos con un índice de 12.61 de fragmentación. Estas lozas, gruesas y pesadas tiene un promedio de rotura similar al de las Ridgway, aunque más bajo, ya que se incluyen tazas y platos de postre y te, que son lógicamente menores y menos frágiles por su propia forma.
Hay un objeto no común en contextos del siglo XX: una base de plato playo que fue recortada para que quede sólo la parte inferior circular, el que sabemos que era usado para colocar sobre el fuego y mantener tibias las ollas; muy usado en el siglo anterior al parecer se mantuvo en uso hasta más tiempo de lo sospechado.
Para completar este conjunto hay que citar un fragmento de una maceta de loza blanca, vidriada sólo del lado exterior, pintada en rojo, negro y blanco muy a la moda de 1960, único objeto de este material que no es parte de una vajilla.
Totales generales de vajillas de loza
Si hacemos el promedio general lo recuperado es de 3018 fragmentos de lozas que pesaron 110.70 kilos y que debieron corresponder a 138 objetos diversos de vajilla. Si mantenemos cómo válida la presunción de que lo rescatado es aproximadamente el 10 % de la loza existente, estaríamos frente a un descarte de 1850 platos y tazas. Creemos que se trata de un descarte importante en volumen y peso, más si como sospechamos se hizo todo junto y con objetos aun enteros.
Lozas halladas y posible cantidad original
Fragmentos | Peso (kg) | Objetos | |
Hallados | 3018 | 110.70 | 185 |
Posibles* | 30180 | 1107.00 | 1850 |
* calculado en función del 10 % del total
Objetos de vidrio
Los vidrios hallados indican lo siguiente: en un total de 2932 entre fragmentos, frascos y botellas completas se puede observar tres conjuntos claramente establecidos por sus diferencias funcionales:
- frascos y botellas de remedios y laboratorio,
- objetos de uso de laboratorio y
- botellas de uso personal (tocador, consumo alcohólico y otros). Entre los primeros, que son la mayoría, hay vidrios que pueden separarse por sus colores ya que tienen relación con el propósito para el cual fueron fabricados.
Los vidrios mayoritarios son los transparentes (1274 fragmentos) que incluyen frascos y botellas (57 con rosca, 59 con boca para tapón y hay 88 bases) que deben corresponder a un NMI aproximado de 116 frascos y botellas. A eso se le pueden sumar 46 hallados enteros lo que da cerca de 152 frascos-botellas descartados.
En segundo lugar hay frascos marrones, muy comunes en medicina y laboratorio y casi sin uso en otras funciones salvo la cerveza de la que hay un probable único fragmento. Se hallaron 310 fragmentos y 66 enteras; hubo entre los fragmentos 60 bases y la mayoría de los picos son para rosca –tipo tapa plástica- y un único pico vertedor, aunque hubo al menos 16 picos para tapones, sean de goma o esmerilados.
El tercer tipo de vidrio es el verde, generalmente atribuido a las botellas de alcohol, de lo que hubo 642 fragmentos con 28 picos de rosca, 3 picos para tapón y 3 botellas enteras, es decir que hay un NMI de 34 botellas.
Los demás colores están muy poco representados: el azul con 19 fragmentos de dos botellas de Leche de Magnesia, el blanco con 4 potes de vaselina o crema y cinco fragmentos varios y el rosa con un fragmento.
Hay un conjunto de las ampollas para inyectar con jeringa y los de inyección automática, que son en total 49 enteras. Los tubos de ensayo enteros o reconocibles son 66, 4 largos de 7 cm, 5 cortos de 16 cm y 57 fragmentos aunque entre los fragmentos trasparente debe muchos más que son imposibles de identificar por su fragmentación.
Conjunto de objetos provenientes del laboratorio.
Las botellas identificadas que no son de medicina en general, corresponden a tres marcas de bebidas alcohólicas (Cubana Sello Verde, Whisky Old Parr -cuatro botellas- y Hiram Walker), una gaseosa, un florero, una copa, un vaso, un sifón, un tintero de mesa, dos perfumeros (quizás sean hasta cinco), tres de productos para el pelo masculino, una bolita infantil, una botella entera de Aceite Gallo y seis lámparas eléctricas comunes. Si bien son cálculos aproximados, los objetos personales son menos de el 0,1 % del total.
Entre los objetos de laboratorio hay restos de grandes lámparas (una con la inscripción Instituto Nacional de Nutrición), jeringas con émbolo, varios émbolos de vidrio antiguos, diversos tubos, tapones esmerilados, sondas y objetos diversos de formas especiales para laboratorio. Al menos hubo dos botellas de Suero Baxter completas con sus soportes de aluminio y tres tapas de esas mismas botellas.
Los contenidos en centímetros cúbicos figuran en la mayoría de las bases lo que es buen indicador de funcionalidad. Hay desde los pequeños menores de 100 cc como los de 5, 10, 30 y 60 hasta los de 1000 y 1200 cc. Hay tapas de plástico, un par de baquelita más antigua y de metal; también un par de tapones de goma perforados para colocarles tubo y al menos un frasco pequeño con gotero de vidrio.
Las marcas encontradas son “Abott”, “Andrómaco”, “Leche de Magnesia Phillips”, “Nestlé-Industria Argentina”, “250 NCP”, “PD&C”, “NCP 1000”, “Industria Argentina”, “Cristalería Maya”, “…carneva…”, “Laboratorios Andrómaco, Industria Agentina”, “NCP”, “Vaselina Líquida Pura … anoria”, “Rhone Poulenc 200”, “Agarol”, “…nale”, “N7N2”, “Asociación Española de …”, “Córdoba 7…”, “Farmacia Luzuriaga Alcohol”, “Baxter”, “Roche”, “BDH”, “UK Patent Applied (???)-UK Registred Design”, “No. 880743-BDH-02124-D&MZ”, “Medicament PD & co. Vera”, “OF-353-3”, “Vitamina C VC Emesta”, “JP Dagett & Ramsdell-Industria Argentina”, “San Juan 2844 La Argentina”.
Vidrios hallados y posible cantidad original
Fragmentos y enteros | Objetos | |
Hallados | 2932 | 500 |
Posibles* | 29.320 | 5000 |
* calculado en función del 10 % del total
Una lámpara y una taza con el logotipo del Instituto Nacional de la Nutrición.
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Materiales de construcción y objetos de metal
Los materiales de construcción recuperados son pocos aunque no se levantaron fragmentos de ladrillo por las condiciones del rescate, de los que había bastantes. Se identificaron cuatro fragmento de revoques finos, un mármol de escalón, una lasca de mármol, 3 clavos redondos, ocho fragmentos de porcelana eléctrica, 39 fragmentos de azulejos blancos recientes y de inicios del siglo XX y 11 pequeños mosaicos de cemento de lo usados para componer motivos ornamentales en los pisos; es decir que es factible que algunos de ellos correspondan a la parte antigua del edificio y otros a reformas posteriores, aunque seguramente todo fue descartado en una misma operación. Entre los objetos de metal relacionados con la construcción hay varios caños de agua y electricidad, alambres de hierro y de cobre. Se encontraron también 109 fragmentos de vidrios planos en su mayoría de 2 mm provenientes de ventanas; algunos fragmentos muestran ser recortes producto de la colocación en el lugar; también hubo varios vidrios gruesos con estrías, 10 de vidrios gruesos antiguos de 5,5 mm de espesor, posiblemente del edificio original e igual número de vidrios traslúcidos tratados en la superficie externa en forma rugosa. Hubo un único fragmento de un cristal de ventana.
Entre otros objetos diversos hubo restos de una manguera, de una soga trenzada, de una maceta (siete fragmentos), carbón mineral 2260 gr. y carbón vegetal 650 gr., las bases de metal de cinco lámparas, una regla plástico rosada quemada, un peine plástico, un brazo de muñeco, una tapa de Fanta, varias tapitas corona, tres tapas de aluminio de suero Baxter y dos aros de suspensión, seis tapas con rosca hechas de de aluminio, una manguera de triple capa de tela, catorce fragmentos de velas para calentador eléctrico y/o kerosén, dos piezas de mica (circular de 5 cm y rectangular de 7 x 14cm), un tapón goma con agujero para tubo, un tapón de porcelana con alambre para ajustarlo al pico de la botella, dos partes de mecheros Bunsen y el trípode de hierro que forma parte de él, un porta vaso de aluminio y un recipiente de cobre. Se encontró 240 gr. de pan quemado.
Como es habitual en el suelo de Buenos Aires el material ferroso estaba muy oxidado por lo que el rescate mismo se hace complejo ya que se desintegra de sólo tocarlo. De todas formas se recuperó 9.23 kilos, entre lo discernible hay restos de un triciclo infantil, un fleje de barril o similar, chapas diversas posiblemente de latas de conserva y varias tapas de frascos. También hubo objetos de aluminio y ya citamos las abrazaderas y tapas de los frascos de suero Baxter y las tapas de las ampollas para inyectar, también hubo tapas a rosca varias, una olla con dos manijas, un par de tubos delgados de bronces y un pico de manguera de ese metal. Se completa el conjunto con un posible escudo metálico no identificado y los tradicionales artefactos de cocina de metal esmaltado, en este caso cinco tapas de ollas chicas, una escupidera y dos pavas de color rojo.
Hemos dejado para el final los 29 fragmentos de lo que fueron dos filtros de agua ya que corresponden a un tipo cerámico sin duda más antiguo que todo lo descrito, es el denominado Verde sobre Amarillo de Pasta Blanca, aunque en este caso sin las manchas verdes (Schávelzon 1991 y 2000). Se trata de una cerámica de origen no identificado aun, común durante todo el siglo XIX en la región del Río de la Plata, habiéndola identificado además de Buenos Aires en Uruguay y el sur de Brasil. En este caso eran dos filtros de forma cilíndrica, abiertos arriba y con un agujero para espita –pequeña canilla-, comunes en su tiempo tanto para filtros como para simplificar el servirse algún líquido mediante una canilla de tamaño reducido. Medían cerca de 30 cm de diámetro y 25 cm de alto con paredes de hasta 2 cm de espesor. Es un tipo de objeto que por su peso y grosor duraba mucho tiempo en uso, por lo que sería razonable que provenga del equipamiento original del Sanatorio Modelo.
Conjunto de objetos metálicos encontrados en el pozo.
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Material óseo
Se encontraron entre los materiales 183 restos óseos, uno humano y todos los demás de animales. De éstos hay de vacuno (Bos Taurus) 91, ovinos (Ovis aries) 8, pollo (Gallus gallus) 12, pavo (Meleagris gallopavo) 1, perro (Canis familiaris) 1, pescado 3 y ave indeterminada 6; además hubo 44 astillas de hueso no identificables. Cabe destacar la presencia de un molar humano quebrado. El 34.10 % estaba quemado.
Es evidente que la mayoría de huesos son de un posible asado compuesto por carne vacuna (50 %), seguido por un pollo (6.6 %) y oveja (4.3 %). Además en el pozo había algo de pescado, un hueso de pavo y otro de un perro.
Notas sobre el terreno
El terreno del hallazgo es un jardín amplio con una hilera de árboles, en donde a nuestra llegada ya la parte central, paralela a la avenida Córdoba, había sido destruida por la maquinaria en una franja de 27 metros de largo por 11.30 metros de ancho. Allí es donde apareció el pozo que fue destruido al menos en un 50 %, cortándolo al medio, en el perfil sur de la excavación. En la estratigrafía el sitio muestra un nivel superior de unos 20 cm de asfalto y luego un contrapiso, debajo 20 cm de relleno y tierra negra removida, continuado por un estrato de fragmentos de ladrillos, posiblemente de algún piso o patio u obra de construcción. Por debajo hay una gruesa capa de humus negro de 80 cm para llegar al terreno estéril a 1.30 metros de profundidad. El pozo del descarte debió medir dos metros de ancho y tener una profundidad de cerca de 2.20 metros. En el resto del terreno únicamente se observó la presencia de una cámara de desague cloacal hecha de ladrillos, reciente y sin relación contextual o cronológica con el pozo que se estudia.
Hay un detalle que resulta muy interesante, más que para el pozo para toda la ciudad, y es el insólito juego de desnivel que hay entre el terreno y la calle Agüero, antes separado del jardín por un alto paredón de tres metros de alto. Cabe señalar que el edificio del Centro de Salud está a nivel de la calle y no se nota que ésta tenga desnivel fuerte –aunque si lo hay en el interior del edificio salvado por pequeñas escaleras-, por lo que entendemos que en el sitio hubo un terreno muy alto que fue rebajado para la construcción, dejando el jardín en su nivel original. Con el tiempo toda la manzana, que es ahora en su mayor parte de construcciones modernas, fue haciendo lo que se está haciendo ahora, se rebajó el piso al nivel de la calle desapareciendo los últimos relictos de una zona con topografía diferente a la actual, siguiendo con el proceso de aplanamiento general de Buenos Aires.
Dimensiones de lo descartado
Un cálculo aproximado de lo que se rescató del pozo, aunque sea con una observación estimada promediando las diferentes observaciones de quienes allí trabajaron, nos indica que era cerca del 10 %, oscilando entre un mínimo del 5 % y un máximo del 15 %; pero como lo hallado corresponde a la mitad del pozo, o a una parte de un total no conocido ya que había sido destruido, mantenemos esa cifra del 10 % como muy razonable, aunque no deja de ser hipotética. Esto nos permite ver que las dimensiones materiales de lo descartado es enorme. No lo sería si fuera un pozo tradicional de basura, los que para llenarse tardaban hasta un siglo o más, pero este muestra todos los elementos de contemporaneidad o al menos poca distancia temporal de todo el material; asimismo la observación del pozo no demuestra procesos de compresión o acumulación de sedimento, o variaciones entre sectores, los que podrían interpretarse como interrupciones en el llenado.
Es decir, que si pensamos en ese 10 %, tenemos para el total del pozo más de 1100 kilos de lozas de 1850 platos y vajilla. El vidrio lo hemos calculado suponiendo que el total debió ser de cerca de más de 29.000 fragmentos pertenecientes a unos 5000 frascos, botellas, tubos de ensayo y objetos de laboratorio. El hierro daría 90 kilos a lo que debemos sumar unos 6 más de otros metales incluyendo un número de ollas y objetos de metal esmaltado. También tenemos en poca cantidad materiales de construcción y muy pocos de uso personal. Como volumen es enorme y como cantidad, apabullante.
Conclusiones
Por supuesto las condiciones de rescate le dan a las conclusiones de este trabajo un carácter altamente hipotético, pero creemos que ante la evidencia de los datos empíricos pueden ser sostenidas. Es más, la dimensión de lo encontrado es impresionante y posiblemente su significación lo sea aun más.
Si podemos realizar algún tipo de conclusiones sobre este conjunto de artefactos, tomando en consideración que no ha sido más que un rescate de los objetos que quedaron dentro del pozo, y que calculamos como un 10 % del total original, que no se rescató lo de menor tamaño por no haber zarandas disponibles ni tiempo para hacerlo, estas serían algunas de ellas:
- El conjunto más representado es el de la vajilla de comida
– Dentro de éste, los platos son más del 90 %
– No hay vajilla de servir y casi no hay de cocinar - El segundo conjunto es de farmacia incluyendo medicinas y laboratorio
– La mayor parte de éste está compuesto por frascos de vidrio con contenido y tapa - Los materiales de construcción son muy pocos (2 %), al igual que los objetos de uso personal, sean masculinos femeninos e infantiles (0.09 %)
- Hubo una acción de fuego sobre estos objetos, no claramente asociada a la quema de huesos
- Todo el contenido del pozo fue descartado casi en un mismo momento o con muy poca diferencia de tiempo entre sí
- La mayoría de los objetos fueron descartados enteros, aun en uso e incluso sin uso
- Hubo un evento asociado al entierro mismo que implicó botellas de bebidas alcohólicas y posiblemente los huesos quemados, en su mayoría de vacuno y pan
La pregunta de cuándo se produjo esto puede ser respondida con cierto margen de certeza, aunque una mirada que se cruce con la información oral puede permitir sumar un evento histórico y una situación política a este pozo. Creemos que el año 1978 en que el Instituto fue regresado al municipio por el gobierno nacional puede ser la fecha clave por varios motivos: desde la cultura material todos los objetos, como conjunto, están coexistiendo, los más viejos y los más nuevos; diez años antes no hubiera sido posible, diez años más tarde tampoco por lo que hemos visto. Hemos establecido las fechas límites para fechar el evento dentro del decenio 1970-1980.
Políticamente el país estaba envuelto en un caos total, con el general Videla como dictador, la represión estaba desatada, 1978 era el año triste del Mundial de Fútbol simultaneo al secuestro, tortura y la desaparición masiva de la oposición, la búsqueda de una guerra con Chile y de graves conflictos de todo tipo en el país. Y no es de extrañar que en un centro de salud mental, no dedicado precisamente a la psiquiatría sino a los problemas psicológicos de la comunidad, hayan habido problemas y enfrentamientos graves como sabemos que los hubo. Eran años de plomo y muerte y no suena raro que se produjera una decisión de este tipo: la transferencia de un organismo de la Nación al municipio implicó graves conflictos gremiales, sociales y de toda clase, los que bien pudieron culminar con la secreta decisión de destruir todo esto. ¿Para ocultar algo?, ¿para justificar un nuevo presupuesto de compra?, ¿por simple decisión arbitraria típica de las dictaduras o las burocracias?, ¿porque en buena parte tenía estampado el nombre viejo? Las causas pueden ser muchas, lo concreto es que alguien tomó la decisión de destruir un laboratorio, la farmacia y la cocina con su vajilla y lo hizo a escondidas, sin siquiera descartarlo a la basura diaria sino enterrarlo, esconderlo, desaparecerlo en el jardín; al igual que los opositores políticos los objetos habían dejado de existir, es más, nunca habían existido.Y quienes lo hicieron tomaron varias botellas de licor y comieron al menos pollo y carne asada dejando quemar el pan que les sobró; sin duda debió ser un trabajo duro trasladar todo esto al sitio, prenderle fuego y taparlo.
Quizás esta sea sólo una historia más en la compleja trama de nuestra historia reciente.
Esta posible reconstrucción histórica, y cabe el término posible, nos abre otra pregunta esta vez más amplia y sobre tiempos más viejos: si el país padecía desnutrición a tal grado que era necesario crear una institución dedicada a estudiarlo –el Instituto Nacional de la Nutrición- y a tratar de resolverlo, ¿no hubiera sido lógico evitar el gasto soberbio de comprar la vajilla en Inglaterra con el logotipo estampado? Es cierto, aun no había en el país algo tan elemental como la industria de la loza, pese a que ya en 1866 Martín de Moussy indicaba con detalle los yacimientos donde estaba la materia prima disponible y sugería industrializarla. La economía dependiente de la importación y el bajo reemplazo por producción local ¿no serían parte de la misma desnutrición que se estaba combatiendo?
Si estas preguntas son resultado de la investigación, creemos que el rescate y estudio hecho con el esfuerzo de profesionales y estudiantes de la arqueología ha sido útil hacerlo.
Colaboradores:
Relevamientos arquitectónicos de Guillermo Paez, Felicitas Picone, Verónica Benedet y Alfonsina Pais; arqueología: Mónica Carminati; conservación y restauración: Patricia Frazzi; estudio del material óseo: Mario Silveira; colaboradoras arqueología: Flavia Zorzi, Julieta Penesis, Melina Bednarz, Marcos Rambla, Mariana Ocampo, Carolina Griffero González.
Agradecimientos
En primer lugar al lic. Daniel Paredes del Instituto Histórico (GCBA) quien dio el aviso que condujo a este hallazgo; al director del CSM, el Dr. Rubén Slipak quien autorizó estos estudios y a los operarios de la empresa constructora que hicieron lo que pudieron ante esta invasión de extraños recolectores de la basura vieja.
Bibliografía
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- Schávelzon, D. (1991) La cultura material porteña de los siglos XVIII y XIX, Editorial Corregidor, Buenos Aires.
- Schávelzon, D. (1999) Arqueología de Buenos Aires, Editorial Emecé, Buenos Aires.
- Schávelzon, D. (1999) “Arqueología histórica en el convento jesuítico de Alta Gracia, Argentina”, en Anuario Universidad SEK no. 5: 47-60, Santiago de Chile.
- Schávelzon, D. (2001) Catálogo de cerámicas históricas de Buenos Aires (siglos XVI-XX) con notas sobre la región del Río de la Plata, CD editado por Fundación para la Investigación del Arte Argentina y Telefónica- FADU, Buenos Aires.
- Weissel, M. (2003) “A needle in a haystack, Buenos Aires urban archaeology”, The SAA Archaeological Record (Septiembre), pp. 28-30.