Acerca de los túneles del Instituto Pasteur, Buenos Aires
El artículo titulado “Acerca de los túneles del Instituto Pasteur, Buenos Aires” ha sido realizado por Daniel Schávelzon en al año 2010 para el Centro de Arqueología Urbana.
Entre los muchos sitios de Buenos Aires en los que reiteradamente se ha insistido en la existencia de misteriosos túneles, está el Instituto Pasteur, ubicado en la avenida Diaz Vélez 4821. Pero dada su modernidad no los habíamos incluido en nuestro libro Túneles de Buenos Aires (Sudamericana, 2005). Al menos en ese momento andábamos tras las construcciones bajo tierra del siglo XVIII, ubicadas en el centro de la ciudad, o lo hecho en el siglo XIX, y no los consideramos significativos por su modernidad. Con el tiempo se hicieron algunas visitas por miembros del Centro de Arqueología Urbana con el objeto de corroborar si efectivamente como se había pensado eran contemporáneos al edificio mismo, o pudieran ser anteriores (o posteriores).
Las nuevas visitas nos permitieron acceder a una buena parte de ellos y lo que pudimos ver es que efectivamente se trata de conductos de instalaciones hechos cuando se hizo el edificio mismo en 1927. La obra fue construida durante la dirección de Ramón Aranguren e inaugurada un 27 de julio de ese citado año.
Se trata de conductos de dimensión humana en su mayor parte, hechos con mampostería revocada con cemento para evitar filtraciones y por su interior corren aun, aunque derruidos, caños de agua, cables de electricidad e instalaciones de gas. Todo está en estado de deterioro y abandono ya que los sistemas complejos de esos años han sido superados por la tecnología o quedaron obsoletos y abandonados. Pero en nada se diferencian de otras construcciones similares debajo de edificios hechos desde 1890 en Buenos Aires. En realidad los “ductos” de instalaciones, aunque ahora más chicos y en vertical, siguen existiendo en cada edificio o departamento que se construye, muy poco ha cambiado. Quizás en este caso, por sus grandes dimensiones, llamaron más la atención que otros limpios e iluminados, pero no son más que eso. No hay, lamentablemente, mitos o hechos extraños. Los mayores son para el mantenimiento y los menores sólo son –si se vieran desde arriba-, zanjas complejas y revestidas por donde pasan las cañerías. Lo que puede llamar la atención es que en esa época se gastaba mucha energía y dinero en el equipamiento ya que se pensaba en el futuro, en que nada quedaría abandonado y que aumentarían las necesidades año a año.
Por otra parte, y esto es suposición, el edificio fue construido para actividades veterinarias las que se suponía también que irían a crecer como en su similar en París, que tendría otros pabellones y actividades; y nadie imaginaba en 1927 que la rabia animal sería una enfermedad extinta medio siglo más tarde. Al quedarse en parte congelado el desarrollo edilicio y sus funciones-, su infraestructura no creció ni unió pabellones y otros edificios, lo que pasó también en varios hospitales en donde terminaron cerrados por derrumbes, filtraciones o simplemente por inútiles. Inclusive ya era un tipo de arquitectura casi obsoleta en 1927. En realidad el proyecto se unía a todo el sistema de salud pública que se estaba haciendo en Parque Centenario como gran proyecto nacional en ese entonces, municipal hoy en día.
Incluimos algunas fotografías tomadas como evidencia de la construcción de estas estructuras bajo tierra, la época en que se hicieron y su funcionalidad.