Pocas construcciones de la arquitectura argentina han condensado tantas problemáticas y tanto imaginarios de su historia como el Cabildo de Buenos Aires. Desde su construcción colonial atribuida a Andrés Blanqui a finales del siglo XVIII hasta su reconstrucción actual, de 1936, sus salones no solo han albergado las primeras intenciones independentistas sino también han resumido las ideas de las diferentes generaciones sobre la conservación de la arquitectura del pasado. Desde las mutilaciones de sus alas producidas por la apertura de la Avenida de Mayo primero, y la Diagonal Sur después, su ornamentación considerada demasiado “básica” para ser remodelada por Pedro Benoit en 1884, hasta la recuperación de Mario José Buschiazzo a fines de la década del ´30, el emblemático edificio sufrió una modificación constante, marcada por las necesidades funcionales y simbólicas de la Plaza de Mayo.
El edificio del Cabildo que podemos recorrer hoy en día conserva muy poco –casi nada– del edificio original. Lo que fue una construcción pobre, que fue embellecida para 1910, fue considerada un ultraje a la conciencia de la nación en 1936. De todas maneras, prácticamente nada ha sobrevivido (con excepción de la sala capitular), ni siquiera la torre original que Buschiazzo limitó en altura para acompañar la mutilación de las arcadas laterales.
Hoy en día, el histórico Cabildo de Buenos Aires es más un ejercicio de recuperación de la memoria urbana que un verdadero edificio. Sin embargo en él convergen los imaginarios de una ciudad y de un país que en 1810 “quiso saber de qué se trata”.
Horacio Caride Bartons
Matías Ruiz Díaz